www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Libertad sin espera
Los disidentes luchan ante dos enemigos poderosos: la represión y la inercia.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Nadie puede acusar a Raúl Rivero de terrorista. A Oscar Espinosa Chepe jamás le ha pasado por la cabeza poner una bomba. Héctor Palacios no es un fanático peligroso, capaz de lanzar una andanada de cohetes sobre un mercado o intentar un secuestro. Son tres hombres de paz. Tampoco puede argüirse como pretexto que responden a los "valores ideológicos y políticos imperantes en Cuba antes de 1959". Nunca han abogado en favor de una insurrección armada. Son periodistas y escritores. En sus trabajos no hay un llamado al odio y la venganza.

H. Palacios
Opositor Héctor Palacios, condenado a 25 años de cárcel.

Pero estos y otros disidentes cubanos cumplen largas condenas por el solo "delito" de divulgar la verdad y buscar cambios pacíficos en la Isla. Recalcar el carácter pacifista de su lucha no tiene otro objetivo que establecer un contraste: ese que existe entre las sentencias drásticas y una actividad que limita su acción al terreno de la palabra.

Un pedido de liberación de estos opositores no está libre de un rubor de vergüenza. Más que pedir, se debe exigir su liberación.

La realidad —sin embargo— obliga a optar por una petición, cuando lo justo es un ultimátum. La indignación que se produjo tras su condena —en la primavera de 2003— se mantiene viva, aunque es necesario incrementar la campaña mundial en favor de los detenidos, abogar con más fuerza que nunca en favor de una amnistía para los presos políticos en Cuba y denunciar que los opositores continúan en prisión, cumpliendo sentencias injustas que acortan a diario sus vidas.

Al igual que la mayoría de los 75 disidentes sentenciados en 2003, estos tres prisioneros no son hombres jóvenes. Padecen diversas enfermedades y la prisión ha sido especialmente rigurosa con ellos. Sus esposas han hecho un llamado en favor de su liberación.

Pero los disidentes luchan ante dos enemigos poderosos: la represión y la inercia. Por décadas el régimen ha alimentado la ausencia de futuro en la población como el medio ideal para alimentar la fatalidad, el cruzarse de brazos y la espera ante lo inevitable. El abandono de la Isla, convertido en la única posibilidad de cambio, es un camino que hemos recorrido muchos.

Los opositores, por su parte, se han mantenido firmes en una lucha constante, por la vía pacífica. No sólo han soportado una represión sin tregua, sino la incomprensión de una parte del exilio. Estamos en deuda con ellos y no podemos abandonarlos. Un aumento de su aislamiento disminuye nuestra condición humana.

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