www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
Saturno a cargo de los asuntos
Ayer, iniciativas; hoy, líneas erráticas. ¿La destitución de Marcos Portal es el cerrojo que pone fin a la fugaz reforma económica?
por ALCIBíADES HIDALGO, Miami
 

A diferencia del fusilamiento del general Arnaldo Ochoa —hace ya quince años— o de la oportuna muerte en prisión poco después del también general José Abrantes, en el caso del ex ministro Marcos Portal, destituido en La Habana luego de dos décadas de servicio, Fidel Castro no debe haber apreciado otra amenaza política que la derivada del descontento popular por los insoportables apagones cotidianos.

Elian González
Yadira García (dcha.), nueva ministra: ¿modesta u obediente?

Y aunque esta amenaza no es nada despreciable, y la diferencia marca aquí la distancia entre la muerte y una nueva vida —en categoría de no persona, es cierto, pero vida al fin—, el ex titular de la Industria Básica cubana integra ya por decisión superior el nutrido panteón de los sacrificios necesarios para que continúe el poder de nuestro gobernante vitalicio.

Era jugada cantada después de tres días de explicaciones televisadas en que el propio Castro lamentó, en ausencia del ministro del ramo, su desconocimiento de la fragilidad del sistema energético nacional, y Carlos Lage, "el arquitecto de las reformas", abandonó su parquedad habitual para exonerar al Comandante, en frase memorable, de otra culpa siempre ajena.

Inútil por obvio analizar la excusa pueril por la grave crisis energética o el carácter expiatorio de la inmolación del, hasta ese instante, "ministro más eficiente del país".

El peor mensaje del suceso de turno en el acontecer nacional es, de nuevo, la subordinación de la realidad a la voluntad senil de Fidel Castro y la confirmación de que el fugaz intento de reforma económica ha llegado a su fin y no existe estrategia para detener la crisis.

Durante los ya largos años transcurridos bajo el eufemismo de "período especial", entre los pocos sectores de la economía que, además del turismo, han ofrecido cifras alentadoras a los cubanos se encuentran la extracción de petróleo, quintuplicada; la generación eléctrica, "asegurada" a partir de ese crudo nacional, y el renacimiento de la producción de níquel.

Todos los periódicos nacionales adornaron en algún momento sus primeras planas con fotos de petroleros sonrientes por un nuevo millón de toneladas, extraídas, eso sí, con tecnología de punta proporcionada por los flamantes socios canadienses o europeos y con "estímulos morales" en dólares para los obreros socialistas. Era el resultado de la gestión audaz y eficiente de un ministro, también autoritario y que sólo permitía publicar sus buenas noticias, pero que al menos proporcionaba algunas.

Síntomas inequívocos

Hoy, la crisis energética se suma al desmantelamiento de la industria azucarera, la irrupción de los militares en los mandos del turismo, las nuevas limitaciones al trabajo por cuenta propia, la centralización del comercio, la reducción de la inversión extranjera y otros síntomas en un panorama de quiebra y corrupción.

Marcos Portal acumuló todas las posiciones posibles en la administración y la política, y nadie como él es literalmente un "sobrino político" de Fidel y Raúl Castro. Su destitución reitera al resto de la nomenclatura que el infalible no entiende de intocables. Y para los posibles entusiastas por cambios, la lección dice que transgredir los imprecisos límites de la gestión permitida puede tener costes definitivos.

Lo que fueron iniciativas, resultan ahora líneas erráticas y decisiones inconsultas en el críptico lenguaje oficial, que entre los méritos de la nueva ministra destaca la confianza que goza en la alta dirección y su carácter modesto, que como ya se sabe significa obediencia.

El sistema, en fin, necesita periódicamente víctimas propiciatorias, escogidas a tenor de las circunstancias. Es la misma fórmula totalitaria y eficaz que el pasado año, con el fusilamiento de tres jóvenes negros, envió otro mensaje ejemplarizante a la parte de la población a la que más teme. Añada una fuerte dosis de nacionalismo para consumo interno e internacional, una pizca de "democracia popular" sin elecciones libres y una porción de la astuta prepotencia que tiene hoy a los embajadores europeos entregando sus notas de Estado en la portería de la cancillería. Mézclelas con mano dura durante 45 años. Una receta de poder interminable.

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