www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Nunca mejor dicho
Las calendas griegas denunciadas por Castro en el sector de la industrialización, no acaban de llegar tras 51 años del Programa del Moncada.
por LEONARDO CALVO CáRDENAS, La Habana
 

Fidel Castro, en su alegato de autodefensa en el juicio por el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, señaló tanto los males políticos, sociales y económicos que, en su criterio agobiaban a Cuba, como las soluciones que a ellos daría la revolución que trataba de promover.

Campesino
Campo cubano: ¿efectos de la industrialización?

En la conocida como La Historia me absolverá, el entonces joven líder revolucionario caracterizó la industria nacional como uno de los sectores necesitados de urgente y radical transformación para convertirse en el centro de una economía próspera, eficiente y competitiva.

En relación con este capital asunto, en lo que sus protagonistas conocen como el Programa del Moncada, Fidel Castro expresó: "Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados… Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas".

"Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y con el respeto de la nación después de limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos procedería inmediatamente a industrializar el país (…) sometiendo la magna tarea al estudio, dirección, planificación y realización por técnicos y hombres de absoluta competencia, ajenos por completo a los manejos de la política".

Al triunfar la revolución de 1959, los entonces rebeldes, en el poder desde esa fecha, en lugar de emprender la prometida diversificación modernizadora llevaron la Isla a una espiral de estancamientos y retrocesos que marcaron para siempre los destinos económicos del país.

Tres elementos han caracterizado este proceso y condicionado sus resultados. En primer lugar, el voluntarismo, la improvisación y los experimentos descabellados y fallidos que en estas cuatro décadas han agotado potencialidades y recursos.

En segundo lugar, la utilización de la economía como medio para alcanzar y ejercer total dominio político, propósito que llevó a desmontar, desde los primeros meses del triunfo revolucionario, todo el tradicional tejido económico de la sociedad cubana; comenzando con la nacionalización de las grandes empresas nacionales y extranjeras y culminando con la llamada ofensiva revolucionaria, que en 1968 terminó por liquidar casi todo lo que quedaba del sector privado de la economía, especialmente en los servicios y el comercio.

Este proceso de estatización, del que nada se había dicho en el Programa del Moncada, no sólo privó de su poder a los grandes propietarios, sino que despojó a todos los cubanos que sobre la base de su talento, esfuerzo y sacrificio habían creado un patrimonio y ganado un espacio en la economía nacional, que, convertida en la economía del poder, fue condenada a la más incompetente ineficiencia.

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