www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
   
 
Permiso para vivir
Licencias extrapenales: ¿Otro movimiento de fichas o una respuesta ante el clamor del mundo civilizado por la ola represiva de 2003?
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

En épocas de tempestad cualquier agujero es puerto. De modo que por muy confuso y retorcido que nos suene ahora el término "licencia extrapenal", no podemos sino alegrarnos del otorgamiento de esta leve palmadita en la espalda a siete de los varios cientos de pacíficos disidentes políticos que cumplen condenas en la Isla.

J. A. Valdes
Opositor Julio A. Valdés Guevara: licencia extrapenal por motivos de salud.

Al mismo tiempo es imposible hacer la vista gorda ante la certidumbre, clara como el sol, de que tales licencias están lejos de constituir una seria rectificación de la barrabasada digamos legal que puso a esas personas tras las rejas.

Tampoco dan muestras de aproximarse más que superficial y hasta engañosamente a una solución para las difíciles condiciones en que hoy viven, dentro y aun fuera de la cárcel, quienes aquí alzan la voz para mostrar sus desacuerdos con la política del gobierno, proyectando la búsqueda de alternativas cuya justeza, provecho y urgente necesidad no ven únicamente aquellos que padecen ceguera de poder absoluto.

De hecho, las referidas licencias no representan siquiera el compromiso de que más adelante, algún día, cuando lo quiera Dios, les será devuelta en forma plena a esos condenados la libertad que tan injusta y mañosamente se les arrebató.

Hablo, por supuesto, de la mera libertad para un preso, la de ir a trabajar, dormir cada noche junto a su pareja, andar de un lado al otro, reunirse con quien se le antoje. Pues en cuanto a la otra, la que propicia el elemental derecho humano a disentir organizada y pacíficamente, esa no podría contemplarla el gobierno en licencia alguna, a no ser que antes cambie las leyes con que desde hace tiempo dictó su proscripción.

Primero y por encima de todo lo demás, estas licencias extrapenales más bien parecen obedecer a un movimiento de fichas, otro, destinado a que los optimistas de siempre, o aquellos a quienes les conviene pasar como tales, en tanto ven torear al toro desde la barrera, las asuman como un gesto, una respuesta del régimen ante el clamor del mundo civilizado.

¿Señales de qué?

Sabido es que desde marzo del pasado año, luego de que en Cuba fueran detenidos y juzgados a la diabla 75 opositores pacíficos, numerosas personalidades, Estados e instituciones de todo el orbe no han dejado de abogar por la revisión de las largas condenas que sufren, tanto ellos como otros presos de conciencia, así como por el mejoramiento del implacable trato y de las aflicciones a que son sometidos en la cárcel.

Se supone entonces que las licencias de marras deben ser tomadas si no como una satisfacción cabal de esas demandas, por lo menos como un atisbo de esperanza, una señal de que el gobierno está dispuesto a ceder, no pregunten cuánto ni cómo, ahora, eso sí, a cambio de que el mundo le pague con una buena muestra de reciprocidad.

Hay algo paradójico y es que en los últimos 45 años, la gran mayoría de las venias o beneficios recibidos por cubanos presos por enfrentar al poder político en la Isla, responden no a una actitud de espontánea reconsideración de sus "culpas" por parte del propio gobierno, sino al reclamo de personas o entidades del exterior, con las cuales se establecen acuerdos tácitos, a veces de carácter amistoso y otras de simple canje.

En ese sentido, las siete licencias extrapenales, más otras que tal vez se sumen después de ser barajados minuciosamente nombres y circunstancias, no conforman excepción.

Desde afuera se desgañitan pidiendo flexibilización hasta que llega el momento en que, según quien lo pida y lo que pueda ofrecer, el gobierno decide, a su manera y con su soberbio estilo, ser condescendiente con sus pobres ovejas descarriadas.

Así pues, concedidos estos nuevos permisos para vivir a algunos de los 75 condenados en marzo de 2003, preparémonos para recibir la reciprocidad del mundo, muy especialmente de la Unión Europea, entre cuyos honorables miembros nunca falta algún que otro mediador dispuesto a mediar el canje desde la perspectiva no siempre oculta del amigo. Amigo del pastor, claro, mucho más que de la oveja.

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