www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
   
 
Dos mensajes de Navidad
Guerra de imágenes en el Malecón: Sería interesante imaginar qué pondría EE UU si decidiera ejercer el derecho a la contrarréplica, y qué devolvería Castro después.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Tampa
 

El amigo Alexander Domínguez, escritor y musicólogo cubano, ha sugerido que la guerra de los carteles desatada en La Habana entre la Oficina de Intereses de Estados Unidos y el gobierno cubano (fatal protagonista de todos los temas), pudiera tener una exégesis interesante.

Oficina de Intereses
Decoración navideña recuerda a los 75, en la Oficina de Intereses de EE UU.

No sé lo que tiene en mente, pero su sospecha me sirve para recordar que la primera vez que supe que las querellas políticas podían tener, además de sus veladas apetencias económicas, una correlación con las guerras en el imaginario cultural, fue en una charla del profesor Sergio Guerra Vilaboy acerca del rol de los artesanos en las revoluciones latinoamericanas.

Por la misma época, a fines de los años ochenta, la profesora Velia Cecilia Bobes esgrimía una "definición cultural" de clase social que se había sacado en esa rifa de la heterodoxia marxista que es El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Para un ambiente como el que reinaba en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, aquello representaba un "libertinismo" (liberalismo es ya una palabra demasiado ambigua) teórico importante.

Después renació mi interés en este aspecto simbólico de los diferendos ideológicos, cuando el profesor Arcadio Díaz Quiñonez llevó a La Habana el libro de Angel Rama La ciudad letrada. En esa obra, Rama refería el diálogo de carteles que se produjo en los blancos muros que tenía la Casa de Cortez en Coyoacán, que terminó con una abrupta y radical censura del diálogo por parte del jerarca.

En tono menor anoto que encontré un brillante diálogo de carteles en un baño de la Facultad de Letras, en la época en que hacía trabajo de campo, y algunos otros en aquella meca del graffitti habanero que fue el monumento a José Miguel Gómez, en la calle G de El Vedado. Refiero además que los artistas Glexis Novoa y Carlos Cárdenas trabajaron con esta manera pública de crear sentido, gesto que he visto repetido recientemente en una muestra en Miami de la artista Tania Bruguera. Por demás, significo que hay agudísimos chistes populares cubanos que se sirven a mansalva de los clisés de la propaganda ideológica castrista.

Cuentan que cuando la columna invasora llegó al campamento La Matilde de Simoni, en Camagüey, un día 15 de noviembre de 1895, Enrique Loynaz del Castillo se encontró en la hoja de una ventana un panegírico al valor del partido militar español. Inspirado por el reto, dibujó en la hoja de al lado una bandera cubana y las estrofas, supongo que las primeras en borrador, del Himno Invasor.

Por una vez en los límites

Recuerdo que el escritor Abilio Estévez solía citar ese pasaje como un paradigma de lo que era el respeto a la opinión del contrario y el derecho positivo de ejercer el criterio propio. Loynaz del Castillo, en lugar de romper la madera que servía de continente a la escritura del adversario, optó por el ejercicio limpio de un punto de vista diferente.

Vistas así las cosas, por esta vez hay que reconocer que el gobierno cubano se ha portado bastante bien en la "guerra de carteles" con la Oficina de Intereses norteamericana en La Habana. Hasta el momento, ni aterrizó "casualmente" un papalote (un coronel con gigantes guines vietnamitas) sobre el arbolito de navidad de los norteamericanos, ni una gaviota de plomo se desvaneció sobre el transformador o la planta eléctrica de la Oficina de Intereses, ni un "gusano" que solicitaba visa se internó hasta los predios del nacimiento, indignado por una negativa de visa, destrozando todo aquello. Al menos por esta vez se mantuvieron en los estrictos límites de la "batalla de ideas".

Ahora bien, el problema, a primera vista, es que parece haber una gran incomunicación entre las partes. Los norteamericanos le pusieron en la copita del "pino" el número 75, que sumados dan doce, el número de apóstoles que tendría aquel cuyo nacimiento se representa. Muy bien. 75 es además el número de cubanos que el gobierno llevó a la cárcel de forma escandalosa el año pasado. Cubanos que el propio gobierno cubano enjaula por ejercer sus ideas o defender un tipo de derecho social que el castrismo considera fuera de regla.

Lo que correspondía a cambio era poner unas vallas con la imagen, o la sumatoria numérica, de prisioneros norteamericanos presos en Estados Unidos, o, en todo caso, aprovechar para poner un cinco, que es el número de los espías condenados por la justicia norteamericana y que el gobierno de Castro califica como héroes. En lugar de esto, las vallas cubanas muestran fotos de la cárcel iraquí de Abu Ghraib, junto al lema de "Fascistas made in USA".

Sería interesante imaginar qué pondrían los norteamericanos si decidieran ejercer el derecho a la contrarréplica; y qué devolvería la parte cubana después.

Interesante diálogo de sordos que no sé hasta cuándo se extendería. Imagino que la paciencia del Hernán Cortez de verdeolivo no duraría mucho.

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