www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
Violencia endémica
Aunque América Latina ha sido líder mundial en la promulgación de acuerdos sobre derechos de la mujer, el día a día afirma lo contrario.
por MARIFELI PéREZ-STABLE, Washington
 

Trujillo fue un tirano ególatra al que tres hermanas se le enfrentaron valientemente. En una ocasión abandonaron antes de tiempo una de sus fiestas y, en desafío, se negaron a disculparse. Él se vengó confiscando algunas de sus propiedades y acosándolas despiadadamente.

Cruces
Ciudad Juárez: meca del femenicidio (Foto: A.I.).

El 25 de noviembre de 1960, la familia Mirabal pagó el precio más alto. En una noche de tormenta, el dictador dominicano lanzó a sus sicarios sobre Patria, de 36 años; Minerva, de 34, y María Teresa, de 26. Dejaron sus cuerpos mutilados en un campo de caña desolado, hasta que se pudrieron.

En 1999, las Naciones Unidas proclamaron el 25 de noviembre como el "Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer". América Latina ha sido líder mundial en la promulgación de acuerdos sobre los derechos de la mujer. La Comisión Interamericana de la Mujer ha sido pionera en la puesta en práctica de cuatro convenios —sobre la igualdad frente a la ley, los derechos civiles, los derechos políticos y la violencia de género— que fueron los primeros de su clase en todo el mundo y que han servido como modelos para convenios similares en otras organizaciones regionales e internacionales.

El maltrato psicológico y físico infligido por familiares constituye la forma más extendida de violencia contra la mujer. Cerca del 50% de las latinoamericanas son víctimas del maltrato doméstico. En la mayoría de los países, la aplicación poco rigurosa de la legislación, las escasas acciones judiciales y los todavía más raros encarcelamientos dejan a la mujer prácticamente indefensa frente a sus verdugos.

La mayoría de las víctimas, además, nunca informan sobre el maltrato. Y si lo hacen, se niegan a presentar la denuncia. Los factores de riesgo incluyen ser menor de 45 años o estar embarazada, vivir en hogares de bajos ingresos, tener esposos o padres que beben en exceso, o encontrarse aisladas de amigos, familiares y de la comunidad más inmediata.

La vida de la mujer se ve, desde luego, destruida por la violencia familiar. Sin embargo, la sociedad también paga un alto precio por el deterioro de su salud física y mental, su baja productividad en el trabajo y, particularmente, por la perpetuación del maltrato en las generaciones futuras.

Las escuelas y los medios de comunicación deberían desempeñar un papel fundamental en la prevención o la disminución de la incidencia de la violencia doméstica. La educación a niños y adultos puede ayudar a concienciar sobre los temas de la igualdad de género, ofrecer recursos y atribuir poderes a las mujeres. La violencia contra ellas constituye, sin duda alguna, un tema público.

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