www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
¿Resistir o producir?
Cuando finaliza el cuarto año del nuevo milenio, Cuba se debate en el pasado y China se convierte en potencia mundial.
por DIMAS CASTELLANOS, La Habana
 

Durante la estancia en Cuba de Hu Jintao, presidente de la República Popular China, el pasado mes de noviembre, se firmaron 16 documentos de colaboración entre ambos países y se celebró el Foro de Inversión y Comercio Cuba-China; acontecimientos estos que mueven a la reflexión.

IBM
China compra una parte de IBM. Instalaciones del gigante informático en el país asiático.

China, país atrasado y el más poblado del orbe, inició en 1949 un proceso de transformaciones revolucionarias. Al concluir el primer plan quinquenal, en la década del cincuenta, se enfrascó en el "Gran Salto Adelante", un ambicioso plan para generar abundancia a partir de la concentración estatal absoluta del poder económico, financiero y comercial; impulsado por el "voluntarismo, el entusiasmo revolucionario y la sabiduría del Gran Timonel"; y motivado con discursos triunfalistas y consignas contra el "Tigre de Papel".

Sin embargo, la ceguera de las leyes económicas, ajenas al fervor revolucionario, hizo que la pérdida del interés por la producción de los propietarios privados y de los trabajadores, convirtieran a China en un modelo clásico de distribución de hambre y miseria.

Aprendida la lección de que para distribuir, primero hay que producir, y sin abandonar las grandes batallas como la "Revolución Cultural" y la "Campaña contra los Gorriones", el Partido Comunista emprendió en 1978 reformas en la agricultura, la industria, el comercio, el sector bancario y las finanzas.

Eliminó las trabas a los productores, liberó los precios del mercado y estimuló a las pequeñas empresas. Esas y otras medidas generaron un aumento de la producción, acompañado de desigualdades sociales que desembocaron en el sangriento suceso de la Plaza de Tiananmen, en 1989.

China: ¿una dictadura con comida?

Sin abandonar su naturaleza totalitaria, la dirección china, ante las opciones de detener o profundizar la reforma, optó por lo segundo. Profundizó en las medidas anteriores, eliminó la contradicción entre economía planificada y mercantil y dejó al mercado el papel fundamental en la distribución de los recursos.

Aunque el gigante asiático tiene mucho que avanzar en materia de derechos humanos, los resultados económicos hablan por sí solos: el PNB (Producto Nacional Bruto) creció desde entonces al 9,4% anual y sobrepasa ya los mil millones de millones de dólares; con sólo el 7% de la tierra cultivable alimentan al 21% de la población mundial (los cupones de racionamiento son parte del recuerdo); ocupa el primer puesto en la producción de televisores a color, y equipos de audio y telefónicos, y cuenta con el mayor mercado mundial de telefonía móvil; la electrónica y las comunicaciones se han convertido en la mayor industria de exportación; el volumen de comercio alcanzará este año los mil millones de dólares; después de 15 años de negociaciones fue aceptada como miembro de la Organización Mundial de Comercio.

Por sus resultados, algunos han considerado que el desarrollo de la economía china pudiera significar una alternativa al capitalismo tradicional. En fin, lograron el primer objetivo de cualquier modelo económico: producir para poder distribuir.

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