www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/2
 
Cuba agoniza
Una economía en fase terminal: Ni electricidad, ni viviendas, ni industria azucarera, ni ganadería...
por OSCAR ESPINOSA CHEPE, La Habana
 

Los problemas no se reducen a las dificultades existentes en las unidades generadoras. En las esferas de la transmisión y distribución están presentes también múltiples deficiencias, con subestaciones anticuadas y carentes de mantenimiento, redes en mal estado, postes del tendido eléctrico podridos, transformadores deficientes y recargados, acometidas y breckers domésticos defectuosos. De estos últimos se calcula deben ser sustituidos 1.900.000 en todo el país por encontrarse en mal estado.

Debido a la obsolescencia técnica y el calamitoso estado del sistema electroenergético en su conjunto, tienen lugar perdidas en las redes de transmisión y distribución de entre el 17 y el 18 por ciento de la generación, cuando lo normal sería no sobrepasar el 10 por ciento.

El proceso descapitalizador del sistema energético nacional ha llegado a un punto crítico. No admite otra solución que la inversión de varios miles de millones de dólares —que, por supuesto, el país no tiene— para la revitalización de la estructura de generación eléctrica en estado de coma. Esta podría ciertamente tener parciales mejorías en determinados momentos con parches correctivos, pero a más largo plazo serán incapaces de evitar un paulatino empeoramiento en la producción.

Otros desastres de la economía

Las preocupantes perspectivas del sistema energético nacional no son las únicas en la economía cubana. Por similares razones, están en vías de desaparición la industria azucarera y la ganadería vacuna. El estado de la vivienda es desastroso.

El 43 por ciento del fondo habitacional de la Isla califica con condiciones malas y regulares, según informaciones oficiales que no aclaran si en este indicador están incluidas las edificaciones de villas miserias existentes en las periferias de las ciudades y pueblos cubanos.

Estas fuentes señalan un déficit de medio millón de viviendas. Un problema que para resolverse exigiría inversiones por un monto de 4 mil millones de dólares. En 2004, fueron construidas 15.352 unidades, cuando solamente los huracanes Charley e Iván dañaron 100.266, muchas de ellas irreparables.

La situación de las vías es alarmante, lo cual que puede apreciarse hasta en las principales avenidas de la capital. Realmente, los problemas ya no existen en áreas suburbanas, pues las calles han desaparecido virtualmente.

Esto tiene un impacto terrible en la obsoleta e insuficiente dotación de transporte automotor, que, carente de un adecuado abastecimiento de piezas de repuesto y otros recursos, con una carga excesiva, está obligado a transitar por vías destruidas y profundos baches. Esta situación acelera la descapitalización de los equipos, además de constituir una causa constante de accidentes.

El sistema de abastecimiento de agua presenta una crisis imposible de soslayar. En la propia Ciudad de La Habana existen zonas carentes del suministro. Al mismo tiempo, hay fugas en el sistema, causantes de pérdidas de hasta el 50 por ciento en la conducción del líquido; fundamentalmente por el estado desastroso de las redes de distribución, que requieren una total revitalización.

La lista de las calamidades no termina con los citados ejemplos. Se extiende a los demás sectores productivos y de servicios, en un proceso descapitalizador acumulado que en diversos grados abarca el resto de la economía. Este proceso se extiende a los recursos humanos, tanto en el aspecto de la calificación productiva como la más importante vertiente de sus valores espirituales. Tema que, por su trascendental importancia para los destinos de la nación, requiere de un análisis particular.

Desafortunadamente, todo indica que por parte de las autoridades se carece de una toma de conciencia sobre la gravedad de los niveles actuales de descapitalización neta, material y humana.

En modo alguno, se trata de que año tras año la inversión bruta no alcance siquiera los montos de la depreciación de los activos nacionales. Lo más grave reside en que el sistema económico, político y social que ha ocasionado la actual catástrofe, no sólo la mantiene sino que refuerza la crisis mediante recientes medidas de recentralización de las decisiones económicas, así como del constante aplastamiento de los pequeños reductos de iniciativa individual (trabajo por cuenta propia) aún permitidos.

Ojalá la terrible crisis energética que azota el país —empeorada por efectos del huracán Dennis— sirva como toque de alerta a gobernantes y gobernados sobre los problemas de la creciente descapitalización que afronta la nación. Exclusivamente solucionados estos con la liberación de las maniatadas fuerzas productivas y las bloqueadas capacidades creativas de los cubanos.

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