www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
   
 
Agua al dominó
Dennis pasó por un país eternamente herido, donde los huracanes hacen recordar aquello de que 'donde cae la bestia, allí se le dan los palos'.
por ANA JULIA RIVERO, La Habana
 

Varias de las zonas más empobrecidas de Cuba sufrieron el pasado fin de semana los embates del huracán Dennis, sin dudas uno de los más peligrosos de las últimas décadas. Su derroche de lluvia y la fuerza de sus vientos, que sobrepasaron los 250 kilómetros por hora, causaron serios estragos en el sur de las provincias más orientales de la Isla, castigadas por las mayores carencias que el régimen ha propiciado.

Estragos del huracán Dennis
Casa completamente destruida por el huracán Dennis.

Es cierto que en los medios oficiales se habló hasta el delirio sobre los efectos de este fenómeno meteorológico. Interminables espacios televisivos que duraron hasta la madrugada mostraron secuencias que podrían figurar en cualquier florilegio del horror. Eran las cruentas imágenes de un país herido desde hace muchos años, al que un huracán tras otro hace recordar aquello de que "donde cae la bestia, allí se le dan los palos".

La cínica grandilocuencia de esos mismos medios al reproducir las palabras de Fidel Castro obvian las tristes verdades de una nación en ruinas. El estado sanitario de esas zonas y su capacidad de respuesta en recursos materiales y de salud es muy pobre. Las comunicaciones son desastrosas, al igual que los accesos por carreteras y caminos.

El fondo habitacional de la mayoría de las ciudades y pueblos afectados está muy deteriorado y la ayuda gubernamental tiene la categoría de la clásica aspirina: unas pocas tejas que volverán a volar cuando soplen otras rachas de ciclón. Este constituye uno de los puntos más críticos de la vida en la Isla, como resultado directo de la aguda crisis económica que se sufre.

Esta vez, la dolorosa noticia de al menos 16 muertos como resultado del paso del huracán no pudo ser ocultada, aunque la primera edición del sábado 9 de julio del diario Granma no las refiriera. No pudieron esgrimir lo contrario como un "logro de la revolución", al igual que en otras ocasiones. Ahora, cada pérdida de vida parece denunciar una severa desconfianza de la gente hacia los precarios sistemas de evacuación y protección que tanto cacarean los voceros oficiales.

¿Bálsamo o desgracia?

De vez en cuando, estos fenómenos le complican el dominó al régimen. Cuando creen que casi rebasan las dificultades que sumó un huracán anterior y que desciende el descontento popular —hay familias que todavía aguardan por una ayuda que jamás llegó ¡en diez años!—, un nuevo desastre llega.

Antes de Dennis, el tema era la electricidad. Durante meses, las dificultades con la generación de energía y los prolongados apagones pusieron en puntos rojos el denominado "estado de opinión" de la mayoría. Es el modo que tienen las autoridades de medir el criterio popular, lo mismo a través de cartas, llamadas telefónicas y los anónimos, que por medio de los oídos serviciales de su ejército de informantes.

A pocos escapa la coincidencia de este fenómeno con la profunda crisis que atraviesa el país a causa de tantos apagones. Ya muchos sospechan que se agudizará —incluso después de la recuperación— debido a las averías y roturas que provocó Dennis en las líneas de alto voltaje que enlazan unas provincias con otras.

"Vamos a estar comiendo ciclón dos meses", dice con lógica escalofriante Julio César López, vecino de Marianao, en alusión a la típica manipulación informativa por parte del régimen. Y comenta: "Hasta la naturaleza parece conspirar a favor de Fidel Castro, pues ahora dirán que ni siquiera en agosto se resolverá el problema de los apagones por las afectaciones que dejó el huracán".

Más allá de que tenga o no razón, en la raíz de los tantos temores y desconfianzas que muchos cubanos esgrimen ante cada acción gubernamental, se halla la manifiesta incapacidad estatal de solucionar las agobiantes dificultades de los habitantes de la Isla. No olvidar tampoco que desde hace varios años, más de la mitad del país ha sufrido las consecuencias de una aguda sequía, la cual llevó a crear planes emergentes de asistencia ante la escasez de agua embalsada y su negativa incidencia en la agricultura, la ganadería y la salubridad.

En esa situación, para algunos territorios, Dennis fue similar a un bálsamo de lluvia. Para otros, una desgracia nueva que se suma a otras muy viejas. Una vez más se pone a prueba la capacidad de respuesta de un régimen mucho más preocupado por sobrevivir en lo político que por resolver en lo humano. Y otra vez quedaremos defraudados. No hace falta ser adivino para pronosticarlo.

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