www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/2
 
La batalla por la calle
Anteponer los asuntos sociales a los políticos: Una estrategia a tener en cuenta por la oposición en la Isla.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Una alternativa política, pero no económica

El deterioro económico de la Isla —incrementado tras el paso del huracán Dennis— viene alentando en Miami las esperanzas de una explosión popular en Cuba. Dejando a un lado las implicaciones éticas de tal razonamiento —si bien los desaciertos de Castro son los causantes de la crisis económica, en esta ciudad el exilio de "línea dura" alienta toda medida que pueda significar un empeoramiento de las condiciones de vida de los cubanos—, no parece inminente una rebelión por hambre, calor y oscuridad.

Desde el punto de vista económico —y contrario a lo que podría pensarse inicialmente—, un agravamiento general de la situación no tiene que ser necesariamente un detonante social. Son las diferencias en los niveles de vida —que se intensifican a diario— las que más fácil prenden la mecha. La incapacidad del sistema cubano para satisfacer las necesidades más elementales, la carencia de un futuro mejor para los hijos, son la expresión social de un problema económico. Son estas las que desencadenan protestas de mayor alcance. Fue precisamente en este sentido que el gobernante lanzó la campaña de supuestas mejoras en el nivel de vida de la población, que interrumpió el paso del huracán, pero a la que seguramente volverá en cualquier momento.

Como ha demostrado en casos anteriores, Castro no está capacitado para dirigir un desarrollo económico que satisfaga las necesidades de la población, pero sí ha logrado ser capaz de mantener al pueblo bajo el régimen de una economía de subsistencia durante décadas. Sólo que la contrapartida a la ineficiencia de las empresas estatales ha sido una economía clandestina —la bolsa negra, el "trapicheo", el "sociolismo"—, indiscriminada y personal. La naturaleza centralizadora y represiva del régimen siempre ha impedido crear una contrapartida en suelo cubano. De esta forma, el reverso económico del modelo cubano está en Miami. Pero este modelo es al mismo tiempo conocido y ajeno para el cubano de a pie. Fuente de fantasía, esperanza y envidia.

Para la mayoría de la población de la Isla, la disidencia es una alternativa política, pero no económica. La alternativa económica no radica en la denuncia opositora sino en el mercado negro. Aunar estos aspectos ha resultado imposible, en parte porque el gobierno ha dictado normas —y momentos— que se acercan y difieren a la hora de juzgarlos y condenarlos.

Es en el terreno social y económico donde se define en gran parte la batalla por la calle. Además de enfrentar una fuerte represión, toda organización disidente que intente hacer llegar su mensaje a la mayoría de la población tiene que otorgarle preferencia a los temas sociales. Aunque los grupos más importantes de la disidencia interna contemplan una plataforma social y económica, las cuestiones políticas han predominado en su discurso.

Por lo general, se perciben como opositores más preocupados por la libertad de expresión que por un programa de justicia social. Más allá de sus diferencias ideológicas —y de la imposibilidad que enfrentan todos para hacer conocer sus puntos de vista —, muchas veces estos se tienden a asociar con la defensa de los derechos humanos (en un sentido universal) y no de los derechos e inquietudes de los ciudadanos (trabajo, vivienda, salud pública). Se trata de visiones estereotipadas, pero que se ven reforzadas por los vínculos que estos grupos necesitan sostener con organizaciones internacionales (de Europa y Estados Unidos).

En el caso específico de la APSC —la organización que acaba de lanzar el llamado en favor del uso de la calle—, los puntos de vista en favor del embargo manifestados por Roque podrían influir en su contra, al menos si es cierto que la mayoría de la población cubana se opone a la medida (no hay información objetiva que permita una afirmación categórica al respecto, pero todo parece indicar que los residentes en la Isla favorecen el fin del embargo norteamericano). Por otra parte, la identificación extrema de la Asamblea con el exilio de "línea dura" también es posible que despierte reservas en un sector que vive en la Isla y teme —con razón o sin ella— que un cambio en Cuba favorecido por Miami implique un amplio plan de restitución de propiedades, especialmente de viviendas.

Luego de tantos años en el poder, Castro ha avanzado considerablemente en convertir a la nación cubana en un cuerpo amorfo, incapaz de la menor iniciativa, donde sus miembros luchan por sobrevivir y esperan cualquier oportunidad para distanciarse del futuro nacional, ya sea mediante la emigración o el acomodo. Si la disidencia quiere llevar su mensaje a la calle, primero debe protestar por la falta de viviendas, antes que por la asistencia o no a una recepción en una embajada, no importa lo simbólico o importante que esta resulte desde el punto de vista político. Martha Beatriz Roque y otros disidentes luchan día a día —en las más difíciles circunstancias— por cambiar esta situación. La calle ha sido de Castro por demasiado tiempo.

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