www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
La represión y el Proyecto Varela
por ARMANDO AñEL, Madrid
 

La pregunta parece cantada: ¿Qué hace Fidel Castro reprimiendo abiertamente a la oposición pacífica en momentos en que se reúne la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, con Cuba como una de sus tareas pendientes, y
Oswaldo Payá
Oswaldo Payá. La Habana, 20 de marzo de 2003.
Europa estrena oficina en La Habana? Y la respuesta también: Aprovecha la guerra en Irak, y la embriaguez antinorteamericana que agita a la comunidad internacional, para pescar en río revuelto, con la esperanza de que su maniobra pase inadvertida... o casi. Pero claro, hay más.

Una mirada a la situación cubana a nivel interno —previa a los operativos de la pasada semana—, procura argumentaciones adicionales. La represión selectiva, practicada no sin sobresaltos por el castrismo en la pasada década, se ha revelado insuficiente para contener el crecimiento de la disidencia. Tampoco la exclusión social y las divisiones fomentadas por la Seguridad del Estado, han rendido frutos. Cada vez se diluye más la frontera que separa a los núcleos duros que disienten, que arriesgan su condición ciudadana, de la nación en su conjunto. Una circunstancia acentuada en lo que va de año por la preeminencia del Proyecto Varela y la creciente actividad de su principal promotor, Oswaldo Payá Sardiñas, pero que ya se veía venir. Una circunstancia que, finalmente, La Habana no puede permitirse. La calle —como la Universidad y todo lo demás— es de los revolucionarios.

Aguijoneados ante la dimensión alcanzada por un Proyecto que mina los cimientos del régimen —algunos continúan echándole miradas ideológicas cuando, más que un fin en sí mismo, es una herramienta de transición—, ciertos sectores de la oposición pacífica, opuestos o al margen del movimiento encabezado por Payá, se habían "puesto las pilas". Ellos también tenían algo que decir. La situación comenzaba a írsele de las manos al Gobierno, sobrecogido por la madurez de una disidencia que no daba ni pedía tregua. Al unísono, la caída en picado de la economía, los últimos fracasos en la batalla por el levantamiento del embargo, la inestabilidad de su principal aliado —Hugo Chávez— y el apogeo de un sistema de compraventa que "por la izquierda" atascaba como nunca antes la maquinaria totalitaria, promovían la desesperación gubernamental. Y la desesperación suele ser mala consejera.

Una mirada a las detenciones y los detenidos ofrece, por añadidura, caldo de cultivo para la reflexión. El hecho de que entre éstos no se encuentre todavía Oswaldo Payá —y se hallen algunos de sus compañeros de ruta, como Regis Iglesias, Osvaldo Alfonso Valdés o Héctor Palacios— demuestra que el objetivo último, o la gota que colma la copa, es el movimiento social generado por el Proyecto Varela, dentro del que los tres opositores mencionados jugaban un papel fundamental. Las autoridades quieren encubrir el carácter arbitrario de la operación aplazando o eludiendo algunas detenciones puntuales, como las de Vladimiro Roca o Elizardo Sánchez Santacruz; el "indetenido" Payá es el bastión a asaltar, para lo cual previamente se le aísla.

La llamada "guerra contra las drogas" —en realidad una batida contra las bolsas de iniciativa individual que hacían posible la subsistencia en una economía de aguante— fue el preludio de la actual oleada represiva contra la disidencia interna, y servirá al Gobierno para meter a unos y otros en el mismo saco, como ya ha insinuado llamando a los opositores "empleados a sueldo" y "vagos consuetudinarios". A fin de cuentas, como diría Abela, disidente es casi todo el mundo en Cuba.

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