www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 1/2
 
Catarsis y ola represiva
El Gobierno reprime a quienes le plantan cara: La impotencia de Castro ante el coraje de la disidencia interna.
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

Cuando Fidel Castro tendió su mano para recibir los 100 mil dólares que le donara el ex presidente cubano Carlos Prío Socarrás para comprar el yate Granma y financiar la caída del tirano Fulgencio Batista, no pensó que ese hecho podría
Taller de periodistas
Taller Nacional de Ética Periodística, residencia del jefe de la SINA en La Habana. (Info Lux Press)
convertirle —de acuerdo con su pensamiento actual— en un "asalariado" del exilio cubano en Estados Unidos. El escritor alemán Volker Skierka, autor de la más reciente biografía del gobernante caribeño, es prolífico en detalles al respecto. Castro se movió ágilmente en octubre de 1955 por Miami, Tampa, Nueva York..., y entre discursos y aplausos recaudó nueve mil dólares, gracias a la gestión de cubanos radicados allí y a otras personas. En la obra bibliográfica de consulta se expresa que el señor José M. Pepín Bosch, presidente de Bacardí Rum Company, entregó la generosa cifra de un millón de dólares a la causa contra Batista. Se dice que ante la gira político-financiera de Castro por Estados Unidos, el FBI le abrió un expediente y en sus archivos existen pruebas de tales acontecimientos.

¿Cuándo una guerra contra alguna metrópoli o dictadura pudo concebirse sin la ayuda exterior? ¿Habría podido prescindir Martí de la colaboración de los tabaqueros de Florida en la lucha contra España?

A Castro hoy le parece demasiado sospechoso que determinadas organizaciones y entidades contribuyan económicamente a la democratización de Cuba, lo demuestra reprimiendo lo mismo a bibliotecas independientes que a periodistas que temerariamente rompen el cerco informativo de La Habana. Habla de "asalariados" sin recordar que ningún periodista opositor tiene derecho a trabajar en los medios oficiales, donde otro tipo de "asalariados" tienen la triste misión de edulcorar al régimen.

La ola represiva de los últimos días en la Isla es la viva imagen de la impotencia castrista para detener la voluntad popular, cada vez más creciente. Todo parece indicar que la denominada "Ley Mordaza", aprobada hace un par de años para —entre otras cosas— condenar la "transmisión de información a potencias extranjeras", podría activarse hasta sus últimas consecuencias, que prevén incluso 20 años de cárcel para los acusados.

El "delito" de los disidentes arrestados, más que todo, es haberse reunido con James Cason, jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba (SINA), y aparcar el miedo a la represión crónica del socialismo cubano. El señor Cason se ha convertido en la pesadilla del régimen desde su arribo al país, en sustitución de Vicky Huddleston. Para Castro, organizar actividades en fomento de la libertad y la democracia, asistir a seminarios fuera del control estatal y el préstamo de "peligrosos" instrumentos de elemental información, como ordenadores con acceso a Internet, son sencillamente actividades "intolerables" y un "abrigo diplomático a acciones ilegales".

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