Cuando imaginábamos que habíamos visto canalladas suficientes contra los presos políticos de la ola represiva del año pasado, la dictadura vuelve a innovar, superándose. Mandar policías (disfrazados de periodistas) a las casas de las esposas abandonadas doblemente, por estar sus esposos involuntariamente ausentes —presos— y por cumplir sus injustas penas en cárceles distantes de sus hogares.
Se presentaron diciendo que serían entrevistadas por la TV cubana, con la verdadera intención de grabarles largas entrevistas de preguntas cruzadas para luego editarlas palabra por palabra, de manera que expresaran lo que a la dictadura le convenía ante la prensa internacional y la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra.
Esa es la lección que el gobierno reserva a los que estiman que todavía hay algo que negociar con él. Si hasta ahora para algunos había alguna luz al final del túnel en el camino del entendimiento con la dictadura —como imagino que pasó por la mente de las esposas de los presos al ver "reporteros de la TV" en sus casas para pedirles sus opiniones—, este episodio demuestra que ese camino conduce a la manipulación grosera de la buena fe de los luchadores (y sus esposas) y que esa vía no llevará jamás a la Isla por la senda democrática.
Jorge Hernández Fonseca
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