Confieso que yo también pensé y deseé que los sucesos de la Plaza de la Revolución fueran la chispa que prendiera el polvorín de una protesta pacífica mayor. Pero hay una cuestión de tipo concreto que no debemos descuidar: nadie permitiría utilizar un caso específico que involucra la vida de un ser humano en condiciones precarias, en este caso la del preso político Ángel Moya, para armar un escándalo que resultaría contraproducente. No olvidemos que por estos días las fuerzas represivas están crispadas y en guardia debido a los apagones y temen precisamente una revuelta. Lo importante es que se logró por un momento poner de rodillas al régimen y devolverle su condición de hombre íntegro a un hermano que lucha en democracia.
Eso por un lado. Lo realmente reprochable es que a partir de ahora nos quedemos todos de brazos cruzados sin intentar nuevas formas de protesta cívica para reclamar nuestros derechos y en especial los de nuestros presos. Ya sabemos cuáles son las debilidades de un sistema tambaleante. No dejemos pasar la oportunidad.
Luis Sierra,
Matanzas
|