www.cubaencuentro.com Martes, 15 de abril de 2003

 
Parte 1/2
 
El sano hábito de reincidir
En 'Segundas reincidencias', Arturo Arango traza la autobiografía de un escritor en la agudísima crisis del llamado Período Especial.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

En la nota de presentación que escribió para sus Reincidencias (1987), Arturo Arango apuntaba: "Las páginas que siguen son de reflexión, pero también de testimonio. En ellas, de alguna forma, está la huella de varias de las preocupaciones que, hasta ahora, han movido una promoción (o
Segundas reincidencias
generación, hornada, grupo). Por eso en casi todos los trabajos late un espíritu de polémica: ya para quitar de en medio algún criterio que nos ha parecido paralizante o errado (nos, a mí y a muchos más, cuyas conversaciones en torno a estos temas transcurren, como un río subterráneo, por debajo de este libro), ya para sostener una idea que podía iluminarnos, a veces hasta de manera momentánea". Y en una nota incorporada en la revisión de las galeras, hacía suya la afirmación de Ricardo Piglia de que la crítica es como una de las formas modernas y posfreudianas de la autobiografía.

Quince años después, Arango ha entregado a la imprenta unas Segundas reincidencias (Editorial Capiro, Santa Clara, 2002), en las que —como en las primeras— recoge un puñado de textos concebidos a lo largo de varios años de modo independiente, y que ahora se ven unidos en ese cuerpo común que es el libro. No se trata, sin embargo, de más de lo mismo: entre aquéllas y éstas hay diferencias notorias. Si en el volumen de 1987 había un claro predominio de los trabajos ensayísticos (prosa reflexiva, como se decía en otra época), los de 2002 son más variados y heterogéneos, tanto en lo que se refiere a la extensión como a su identidad genérica. Otra teleología de la nacionalidad cubana, Pensar el cine desde "lo otro" y Escribir en Cuba hoy (1992, 1995 y 1997) son indudablemente ensayos, o ensayitos, pues desarrollan sus ideas y puntos de vista en unas pocas páginas. Patria real, patria imaginaria y Respondiendo a una encuesta del Diario de Poesía de Buenos Aires son respuestas redactadas a solicitud de revistas. El albatros voló sobre el nido del cuco y Un hombre que nos enseñó a mirar son notas críticas escritas con motivo de la muerte del poeta Raúl Hernández Novás y del cineasta Tomás Gutiérrez Alea, respectivamente. En cambio, esas etiquetas se avienen mal a materiales como Pedalear cansa, Ser del interior, Nostalgias (en el verano de 1993), Pregones, Una página en la madrugada y De Conversaciones con mi hijo, algunos tan deliciosos como entrañables, que por su tono personal e incluso intimista se apartan de los otros textos. Tenemos así que si Reincidencias se inscribe en la categoría de recopilaciones de textos críticos, como pueden ser Barraca de ferias, de José Antonio Fernández de Castro; Ensayos voluntarios, de Guillermo Rodríguez Rivera; o Papelería, de Roberto Fernández Retamar; Segundas reincidencias, por el contrario, está más cerca de una compilación más heterodoxa como La vuelta al día en ochenta mundos, de Julio Cortázar.

El propio autor se encarga de señalar las diferencias entre los dos libros, cuando expresa que aunque a veces las sobrepasan, las obsesiones reunidas en Reincidencias procedían del ámbito literario; mientras que las de Segundas reincidencias se sitúan en los márgenes de la literatura y, en ocasiones, la ignoran. Y precisa: "Si en las Primeras declaraba mi fervor generacional, esta vez quiero insistir, con modestia, en mi individualidad". Y ése es precisamente uno de los principales valores del libro, su deliberado carácter testimonial, su voluntad de contribuir a trazar la autobiografía de un escritor cubano en los conflictivos y difíciles años de la década de los noventa.

Quiero comenzar remitiéndome al último trabajo del libro, donde Arango expone con honestidad cuál es su posición ideológica: en esos dos bandos irreconciliables en los cuales se dividió Cuba a partir de 1959, él optó por estar al lado de quienes defienden la revolución, "no siempre con igual fervor, no siempre de la mejor forma (a veces, por ejemplo, padecí de excesivos entusiasmos irracionales; muchas más fui objeto de desconfianzas que jamás merecí)". Esa elección a la que se mantiene fiel se ha hecho con los años más libre, en la medida en que ahora se sabe dueño no sólo de las obligaciones que antes lo ataban, sino también de los nuevos derechos que ha ido conquistando. Y el primero de esos derechos es concebir la revolución como algo muy personal: "Entre la revolución cubana y yo no hay puentes, llámense estos leyes, discursos, personas, movilizaciones militares o libretas de abastecimiento, por no hablar de los carnés que alguna vez ocuparon mis bolsillos. Yo escojo la manera como me parece oportuno defenderla y no le pido nada a cambio, como tampoco permito que ella me exija el pago de deudas de ninguna especie".

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