En un grupo de poetas en el cual descollaban de modo brillante José Lezama Lima, Eliseo Diego, Gastón Baquero y Fina García Marruz, Ángel Gaztelu (Puente de la Reina, España, 1914-Miami, 2003) tuvo el mérito de hacerse un hueco y ganarse un sitio propio, que si bien no lo sitúa entre los creadores origenistas de primera fila, sí posee cualidades que lo singularizan.
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Poeta Gaztelu (izq.), Lezama Lima. |
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Aunque su bibliografía la integran dos títulos, Poemas (1940) es en realidad un cuaderno, y sus textos pasaron a formar parte junto otros concebidos después, de Gradual de laudes (1955). Éste es, pues, en propiedad, el único libro editado por Gaztelu. Si exceptuamos unos pocos textos que escribió más tarde, allí está recogida la que debe considerarse su obra poética. En su caso, nos hallamos, por tanto, ante uno de esos autores que el español Enrique Vila-Matos ha llamado los "bartlebys", quienes, pese a tener una conciencia literaria exigente (o quizás precisamente por eso, apunta Vila-Matas) y tras publicar uno o dos libros, un día renunciaron radicalmente a la escritura.
En Gradual de laudes Gaztelu incluyó décimas, canciones, sonetos y romances, lo cual denota su predilección por las estrofas y formas métricas tradicionales (Conviene aclarar, no obstante, que también hay textos en donde emplea el verso libre). En ese sentido, puede afirmarse que fue un poeta de corte clásico, lo cual, me apresuro a aclarar, no tiene nada que ver en su caso con tradicionalismo ortodoxo. El propio Gaztelu revela algunas de las lecturas de las que se ha nutrido, y dedica una trilogía de sonetos a San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y Garcilaso de la Vega. Y en efecto, sus ecos son perceptibles en el libro, al igual que los de Gil Vicente y Luis de Góngora.
Y a propósito de este último, en algunas ocasiones se ha aplicado el calificativo de barroca a la escritura de Gaztelu. Se trata, no obstante, de un barroco delicado y luminoso, como señaló Jorge Mañach. Éste elogió además su don de palabra e imagen, algo que pone al servicio de la esencialidad. Cuando se acerca a la rosa, el nardo o el girasol, no lo anima el propósito de escribir poesía descriptiva, sino que le interesa extraer de ellos lo que tienen de universales poéticos, de "conceptos de lo bello natural abstraídos de una delicada percepción y comprimidos en un sabio decir, con palabras a la vez exactas y lujosas y metáforas precisas". La rosa es así para Gaztelu "alumna celestial"; el girasol, "patena el sol, planeta al jardín caído"; el colibrí, "alta envidia de la rosa"; la nieve, "síntesis de espuma". |