www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/2
 
Ahora sí tengo la llave
Miami rebosa de ritmo con la presentación de Habana Abierta, una generación musical aferrada a la libertad y sentenciada a ser profeta en tierra ajena tras haberlo sido en las dos Cubas.
por ALEJANDRO RíOS, Miami
 

Los conciertos combinaron canciones de los dos discos compactos (Habana Abierta y 24 horas) del grupo, así como una pequeña muestra de las que han hecho algunos de sus miembros en solitario y otras novedades como Vampira, La novia de Superman, Todas las mañanas con Roberta Flack y Son iguales. Números ya clásicos como Divino guión, La natilla, Ahora sí tengo la llave o Rockasón, alternaron con otras líricas de amor y de ira como la que hace referencia a "a quien tu sabes", siempre presente en la televisión, haciendo de la vida del cubano común un calvario insostenible.

Hace unos meses la prensa electrónica cubana, con apenas incidencia en el lector promedio, resultó pródiga en comentarios y entrevistas cuando cinco de los músicos fueron invitados a regresar eventualmente a la Isla, a comienzos de 2003, luego de ocho años de ausencia.

La otra prensa oficial, la impresa, prácticamente los ignoró como siempre ha ocurrido, no obstante haber convocado a cerca de 7.000 personas en el concierto, ya legendario, de La Tropical. Hay una insistencia deliberada en blanquear los textos contestatarios de Habana Abierta a favor de sus sones, boleros y baladas de amor y esperanza.

En buena medida, el grupo ha dejado saber que está aburrido de "los viejos viajecitos en círculos" de la derecha y de la izquierda del mundo convulso que nos ha tocado vivir. En su escepticismo e incredulidad se refugia toda una nueva generación de cubanos. Lo interesante de estos sobrevivientes del caos es que no han cedido a las seducciones del poder como algunos de sus ancestros de la Nueva Trova, implicados irremediablemente con los desmanes del régimen. Habana Abierta optó por la libertad y a ella se aferra para seguir la difícil encomienda de ser profeta en tierra ajena, luego de haberlo sido en las dos Cubas.

Mientras tanto, funcionarios y exegetas de la Isla seguirán escamoteando el valor de esta nueva forma de canción comprometida con su tiempo, bailable y gozosa, sin el sentido tremendista y pretencioso de la original.

En el escenario, enrarecido con la proyección de videos abstractos y figurativos sobre La Habana y algunos de sus mitos, además de una escenografía que los hacía aparecer como recién desembarcados de un viaje al futuro, el grupo se movió a sus anchas, cada cual dentro de su personalidad. Raro resultó disfrutar un conjunto de artistas cubanos sin prima donas ni egos insufribles. Ostensible era el cuidado que cada cual ponía en el desempeño del otro. Tal vez parte de la clave de Habana Abierta está en el desenfado de su desempeño, en el deseo cumplido de hacer música sin restricciones ni barreras.

Quizás no estén del todo conscientes de ser la banda sonora de una generación, la más distante y ajena del hombre nuevo y de las postrimerías de un proyecto social que se quedó suspendido en el limbo de la improcedencia, y que ellos ya encontraron hecho y deshecho cuando llegaron al mundo. El dejar hacer del grupo, su tolerancia y sus crónicas de actualidad prefiguran la próxima Cuba, la que ya se nutre de una universalidad heredada, y la otra impuesta por la fuerza.

Habana Abierta sentó pautas en Miami, como lo ha venido haciendo en otras latitudes, y dejó un vacío difícil de llenar en la nostalgia de los recién llegados y en el asombro de otros espectadores que todavía están tratando de dilucidar la esencia de un fenómeno musical tan original, suerte de taller de juglares exquisitos, sin afeites y en estado puro.

Lejos de la algarabía, en el patio apacible de la residencia de Chediak, la noche después del último concierto, escuché decir a José Luis Medina, autor de Máquina de amar, "Cuando todo esto termine, regreso a la Habana del Este con dinero para reconstruirla".

Creo que es hora de recordarle al artista que Habana Abierta lleva acomodando los ladrillos de la reconstrucción hace algunos años, con la única alternativa posible.

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