www.cubaencuentro.com Lunes, 19 de julio de 2004

 
Parte 1/2
 
Dos veces lunes
Dos libros recientes valoran desde distintos ángulos la importante aportación a nuestra cultura del suplemento 'Lunes de Revolución'.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Cuarenta y tres años después de que dejara de circular, Lunes de Revolución (1959-1961) sigue siendo una asignatura pendiente en la Isla. Existen numerosos estudios sobre lo que significaron para nuestro movimiento literario y artístico publicaciones como Social, Orígenes, Nuestro Tiempo, Revista de Avance. Muy poco es, sin embargo, lo que se ha realizado acerca de aquel importante suplemento, a cuya colección debe acudir quien quiera entender el desarrollo que experimentó nuestra cultura en esos años y en los siguientes.

Lunes de revolución

Eso contrasta con que en más de una oportunidad se han difundido las invectivas e insultos escritos por quienes integraron la corriente más dogmática que condujo al cierre de Lunes. Uno de los que más se ha esforzado en esa labor —un obrero de vanguardia, como se estilaba decir años atrás— es Lisandro Otero, para quien el suplemento fue "una publicación de minorías, portavoz de una camarilla desvinculada de los tiempos que corrían".

Sostiene el autor de En busca de Vietnam que "un análisis somero de Lunes de Revolución nos revela el estropicio que causó esa publicación en los dos años y medio que tuvo de existencia". Sus colaboradores, prosigue, eran unos "falsos jacobinos que pretendían hacer carrera con sus extremos", y que hicieron de Lunes "el azote de la cultura cubana: todo aquel que no fuese miembro de la restringida maffia, o colaborase con sus pretensiones hegemónicas, era zarandeado y embestido".

Y concluye que Lunes "es la primera publicación que intenta convertirse en dique ante un río desbordado; es un magazine que va en contra de la corriente histórica para servir el afán caudillista de Cabrera Infante". Escapa a mi raciocinio el entender cómo Otero tiene tan mala opinión de un suplemento en el que colaboró en diez ocasiones y para el cual coordinó dos de sus números monográficos (Ernest Hemingway y el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina).

Nada de eso, sin embargo, ha conseguido empañar ni empequeñecer la significativa aportación hecha por Lunes de Revolución, que fuera de la Isla no deja de despertar el interés de investigadores y académicos. Éstos han descubierto así a una publicación que, además de su espíritu innovador y su amplio abanico temático, tuvo el mérito de reflejar los conflictos y debates que entonces tenían lugar en el ambiente cultural cubano. Dos libros aparecidos hace poco son una buena cuenta de ese creciente interés. El primero del que me voy a ocupar es Lunes de Revolución. Literatura y cultura en los primeros años de la Revolución Cubana (Editorial Verbum, Madrid, 2003).

Su autor es el cubanoamericano William Luis, investigador y profesor en la Universidad de Vanderbilt, quien en el mismo realiza un valioso y serio aporte en lo que se refiere a evaluar y reconstruir la historia de Lunes. Para ello se vale de una acuciosa investigación en los 129 números del suplemento, así como en los testimonios de algunas de sus figuras claves (Guillermo Cabrera Infante, su director; Pablo Armando Fernández, subdirector; Carlos Franqui, director del periódico Revolución).

Incluye, además, algo de inapreciable utilidad como es el índice de toda la colección (existía uno hecho en 1977 por Elena Giraldes, que aparte de estar agotado desde hace años, tiene numerosos errores y omisiones que en éste son corregidos). Se recogen asimismo en un apéndice tres documentos relacionados con la prohibición del documental P.M., hecho que selló la muerte definitiva de Lunes.

Todos esos materiales contribuyen a configurar una imagen bastante completa de la que, a juicio de Luis, fue "una verdadera revista revolucionaria no sólo por su contenido sino también por su concepción de la literatura y de la cultura como lo que podría haber sido realmente una cultura revolucionaria".

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