www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
El racismo de Moore
¿Se pueden criticar las decisiones de Bush, atacar a las grandes corporaciones y condenar la guerra de Irak, al mismo tiempo que se defiende a un gobierno totalitario?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Michael Moore ha criticado a un sector del exilio cubano con la misma ferocidad con que ataca al gobierno del presidente George W. Bush. Su error, en este caso, es generalizar a toda una comunidad, con una visión estereotipada y racista. Se equivoca al destacar sólo a los que considera herederos de la dictadura de Fulgencio Batista, belicosos y vocingleros. Es injusto al obviar a los miles de ciudadanos que se han integrado a esta nación, quienes a diario contribuyen al país en el desempeño de labores diversas, desde profesionales y académicos hasta camareros y empleados de mantenimiento.

Moore
Documentalista Moore: ¿vale todo para criticar a Bush?

Claro que a Moore —un propagandista al fin y al cabo— no le interesa una visión de conjunto, la compleja realidad de un exilio diverso y la tiranía de Fidel Castro. Su objetivo es destacar lo que él considera que ha llevado a este país a una situación de aislamiento internacional, polarización extrema del electorado, aumento de la brecha entre ricos y pobres, y mayor control gubernamental.

Los exiliados cubanos —con independencia de que algunos compartan su punto de vista— quedan reducidos a una pandilla de extranjeros, que han contribuido a la decadencia de una nación idealizada que —al igual que otras— nunca ha sido perfecta. Poco le importa, en su afán de atacar a los exiliados, salir en defensa de Castro. El gobernante cubano no es su problema. Pero al omitir mencionar, siquiera de pasada, los crímenes del régimen de La Habana, al señalar en una línea —que no logra la ironía— que los "defectos" de una larga tiranía son la "represión política, discursos de cuatro horas y una tasa de alfabetismo del ciento por ciento", se convierte en un defensor de aquello que no quiere ver en su país.

Esta visión simplista y prejuiciada no es nueva. Ha salido a relucir ahora gracias a los esfuerzos de quienes buscan contrarrestar el efecto del documental Fahrenheit 9/11. Pero el oportunismo con el que se comentan y divulgan las palabras erróneas del realizador no debe impedir el rechazo de esta visión maniquea, hecha por un hombre que demuestra tanto ardor en la defensa de los derechos ciudadanos.

Reaccionario de izquierda

Moore está equivocado. No se pueden criticar ciertas decisiones adoptadas por el gobierno de Bush —que apuntan hacia los inicios del establecimiento en este país de un Estado policial— y defender a un gobierno totalitario. No es posible atacar a las grandes corporaciones y apoyar a una dictadura. Es inmoral condenar la guerra de Irak y al mismo tiempo justificar el asesinato de los cuatro miembros de la organización Hermanos al Rescate.

El razonamiento de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" puede funcionar en la política, pero nunca a la hora de juzgar a una comunidad. Al enfatizar ciertas acciones de determinados grupos y omitir otras; al decir que "Castro liberó a su país del corrupto régimen de Fulgencio Batista al que apoyaban Estados Unidos y la mafia"; al afirmar que Cuba es "una insignificante nación insular" —entre muchos ejemplos—, Moore no sólo hace una simplificación burda: también comete una injusticia.

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