www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 1/2
 
Matices de un subgénero
Del cine musical al animado: Autores, temas y bandas sonoras en la cinematografía de los años ochenta en la Isla.
por ARSENIO RODRíGUEZ, Barcelona
 

La relación de la música con el cine de ficción estuvo impregnada de riesgos en los años ochenta, lo cual hace de esta década la más fructífera en cuanto al subgénero "cine musical" en la Isla.

La bella del Alhambra

Tras una relación constante entre el cine y la música, antes de 1959, que lanzó y sostuvo la popularidad de músicos populares y clásicos como Rita Montaner, Ernesto Lecuona, Rosita Fornés, Bola de Nieve y Benny Moré, en los años sesenta y setenta se rompió todo vínculo con este género debido a la "influencia ideológica del Norte".

Pasados más de veinte años se pudo ver la primera película de este subgénero de la era revolucionaria. Bajo la dirección de Manuel Octavio Gómez, se hizo Patakin. Quiere decir fábula (1982), con los orishas afrocubanos como protagonistas y en el papel principal la actriz Asseneh Rodríguez, que hacía el personaje de Candelaria. El filme de Gómez contó con los excelentes arreglos del músico Rembert Egües, radicado actualmente en Francia.

La banda sonora de Patakin… fue muy criticada entonces, por acercarse a los patrones musicales de la década de los años cincuenta, y, por tanto, discrepar con los cánones de la "cultura pro-soviética". Después de muchos años, los mismos críticos han reconocido en ella matices del acervo musical cubano y algunos la han calificado como un paso positivo del cine nacional.

El segundo musical hecho en esa década fue Hoy como ayer (1987), del realizador Constante Diego. El filme apenas fue acogido por el público y ni hablar del tratamiento que le dio la crítica, pues el intento de llevar la vida de Benny Moré al celuloide resultó un verdadero fracaso.

En 1989, año de la caída del Muro de Berlín, fue filmado el tercer musical de los ochenta: La bella del Alhambra —basado en el libro La canción de Rachel, de Miguel Barnet—, dirigido por Enrique Pineda Barnet y con partitura de Gonzalo y Mario Romeu.

Ambos músicos mezclaron los más diversos géneros nacionales y foráneos para recrear la historia del Teatro Alhambra, templo decadente del género vernáculo, donde negrito, gallego y mulata —personajes centrales de ese género— compartieron escenario con una diva rompecorazones que añoraba saltar a escenarios mayores.

Notable fue la interpretación musical y danzaria de la actriz Beatriz Valdés, quien consolidó definitivamente su carrera con esta actuación, por la que recibió múltiples premios, y logró —algo insólito para la época— que la empresa de discos EGREM editara un LP con la banda sonora de la película, que se hizo muy popular en la Isla.

La bella del Alhambra se convirtió en una metáfora del triunfo lógico de lo nuevo por lo viejo. Reflejaba un cambio de ritmo, la sustitución de lo decadente por nuevos brillos. A pesar de los altibajos, fue importante para el desarrollo de la cinematografía cubana recuperar el cine musical, con la calidad que lo había caracterizado antes de la creación del Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos (ICAIC).

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