www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
Con Carlos en la distancia
Entre Darío Fo y Carlos Victoria: el homenaje como respiro.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Nueva York
 

Casi todo lo que yo he elucubrado en vigilias e inspiraciones no le dura a Carlos Victoria una frase: "Nadie sabe nada", es una de ellas. Una frase que escrita es una basura pero que dicha, y además mirada y sonreída por él, es como un cataclismo. Todo lo que he escrito cabe en una nota de su novela La travesía secreta. Por si fuera poco, esta novela alcanza a dar una clave muy importante de la vida en el pueblo de Bauta; exégesis que a nosotros, habitantes desesperados por la velocidad, nos pasa por alto.

Carlos Victoria es un gran escritor, una buena persona y, para rematar, alcanzó a ser un correcto ciudadano.

Sería entonces demasiado aceptar, al menos para mí, ese exceso que sus amigos se han apresurado a divulgar: la leyenda del escritor humilde ajeno a la vanidad literaria. Insatisfechos con la biografía, se han entregado al mito. Ahí discrepo o si quieren envidio: sería humillante tanta virtud, un exceso antropológico de Dios.

Es cierto, como se dice, que Carlos Victoria no se regocija con los premios ni es dado a las felicitaciones y homenajes públicos; pero es falso que no los acepte, o que no les gusten, o que jamás se los ofrecieran. De hecho, los ha disfrutado con creces: creo que hasta los invoca con su exigente humildad. Estamos entonces en presencia de una cuestión de grados, no de calidades. Se trata… a ver cómo lo digo… de un escritor que comparte con decencia la psicología del gremio. Pero hasta ahí.

'Son otros tiempos'

Carlos Victoria sabe muy bien lo que merece la pena y administra con cuidado sus compromisos públicos. No faltaba más… La historia puede ser una locomotora, un tren, pero no la vida. No estamos aspirando siempre a alcanzar La Habana desde Camagüey con la esperanza bajo el brazo.

Como dijo Darío Fo cuando le insinuaron que lo más lógico era rechazar el Premio Nobel: "Son otros tiempos". La vanidad literaria es biológica, natural: es como respirar.

A Carlos Victoria le fue ofrecido un homenaje en Cádiz ayer. Merecido homenaje que, por lo mismo, dicen que ha provocado un jelengue en La Habana. Yo no sé mucho del acontecimiento (protestar, hacer un evento alternativo… lo de siempre: puro resentimiento castrista ante el éxito logrado sin su consentimiento), pero lo cierto es que el gobierno cubano ya tiene dos cosas a su favor: la certeza de que el homenaje estuvo planificado y aceptado, más la posibilidad de armar una tensión alrededor del mismo.

Del lado de acá hay también ganancias, independientemente del rumbo que tomen las cosas: ya confirmamos que aceptar premios y compromisos es algo digno hasta de los dioses del gremio, por lo que podemos relajarnos un poco en nuestras miserias; además, un escándalo político en torno al homenaje a Carlos Victoria pudiera dar otra oportunidad para que su obra literaria (y la del exilio) resuene singularmente en la Isla. Y de paso aquí en Miami.

Conozco dos libros cubanos cuyos títulos se pueden emplear como símbolos de nuestros gestos laudatorios. Uno pertenece a Bachiller y Morales y se titula Galería de hombres útiles, el otro fue escrito por De la Cruz y se titula Cromitos cubanos. El "cromito cubano" es el clásico "ejemplo" (de la familia, del aula, de la patria, etc.), ese hombre que es elogiado por sus virtudes morales y que como descendiente de Adán está siempre en peligro de desinflarse; el "hombre útil" es aquel que ofrece, es quien presta un servicio, quien genera algo. Y punto.

Creo en el homenaje a Carlos Victoria porque es un hombre útil, no me interesa si es un "cromito cubano" o no; algunos dicen que sí, que lo es, y de verdad lo felicito.

Por estas razones me he apresurado a dudar de la suspicacia de algunos amigos de Carlos Victoria que aseguran que La Habana le prepara un boicot a su homenaje en Cádiz, pretendiendo fabricar una suerte de frente de oposición. Y, por supuesto, me he negado rotundamente a validar la frase con que tratan de cerrar su argumento: "Por su modestia y humildad, si alguien se merece este homenaje es Carlos Victoria".

Dije lo que pienso del moralismo hiperbólico con que nuestra crítica artística, literaria y política parece suplir sus carencias de sensibilidad (no digo ya de estudio e imaginación). Sólo resalto su obra y me atrevo a complementar, en el otro sentido, destacando que homenajes van mereciendo ya otros escritores cubanos del exilio como Pío Serrano, Reinaldo García Ramos, Felipe Lázaro, Antonio Vera León, Reinaldo Bragado, Juan Abreu, Benigno Nieto, Vicente Echerri y un largo etcétera. Carlos Victoria también, es lo que he dicho.

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