www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
Cavando (en) la penumbra del poeta
Una visita al 'sitio' de Eliseo Diego.
por PABLO DE CUBA SORIA, Miami
 

Volver sobre sus escritos

Mas yo soy un poeta impertinente que piensa que Ezra Pound le plagió sus poemas a Benito Mussolini. Se debe tener cuidado de mis observaciones, desconfiar. Pero Octavio Paz, que no es autoridad cualquiera, lo dijo: "la muerte era lo único que faltaba a Eliseo Diego para convertirse en leyenda de la poesía latinoamericana". Y esa entrada al "otro reino frágil" cumplió en el pasado 2004 diez años, contra aguafiestas y semejantes. (Sí: sucede que el aguafiestas sale en las noches habaneras a decir simplezas junto a paseantes cándidos y terminan en ejercicios estériles que poco tienen de virtud… pero bueno, eso apenas interesa).

Una década de confirmación poética, a pesar de las ausencias física y crítica. Aunque, ojo, la poesía de Eliseo Diego se vale por sí misma, más allá del creador y sus detractores. (Sí: porque toda crítica, por demás necesaria, desvía). Ahí están sus textos. (Heberto Padilla, que veces ciertas se erigió en negador de Orígenes, recitaba por los años noventa poemas completos de Diego). Ahí está el imaginario que nos legó, esa manera de dialogar con los difuntos, con la palabra.

Ahora, en este 2005, Diego cumpliría su ochenta y cinco cumpleaños. La mejor manera de celebrarlo sería volver sobre sus escritos, degustarlos como buen añejo, y entonces darle un necesario golpe de tuercas a los acercamientos críticos, enfatizar el desvío, la rosca en sentido contrario. Recién se otorgaron en Cuba dos importantes premios a libros monográficos sobre su obra; esperemos el escándalo exegético. Esperémoslo.

Y basta ya de machacar palabras, no era ese exactamente el objetivo de estas líneas. Sólo pretendo recordar de alguna manera a quien es, lo repito, el principal hacedor de penumbras en las letras cubanas. Aquel que supo del "sitio en que tan bien se está", o no se está; en tales casos deviene igual.

Y hablando de recuerdos…

Un día en la Facultad de Letras de la Universidad de la Habana, llegó a mis manos una antología poética de un escritor al que sólo conocía (¡vaya ignorancia!) por los libros de lecturas de la enseñanza primaria: Nombrar las cosas; desde entonces me acompañan sus poemas, en los muchos aciertos y en los pocos desaciertos que puedan entrañar. Un mediodía en La Torre de Letras del "colonial" Instituto Cubano del Libro en La Habana, leí un ensayo sobre Eliseo Diego; nunca olvidaré lo que del poeta de En la Calzada de Jesús del Monte dijo Reina María Rodríguez: "nosotros siempre lo vimos como alguien hecho de misterios, como que se escapaba". Tampoco olvidaré la fuerte impresión que me causó ver en el apartamento de Lichi Diego en el D.F., el manuscrito del poema Olmecaenmarcado en un cuadrito color beige.

Y tampoco olvidaré nunca, estigma "vitae", cuando crucé la frontera de México para Estados Unidos el 28 de octubre de 2004: en mi maletín llevaba un pulóver, un ajedrez de ónix, una diminuta cabeza Olmeca, una piedra del sol, y unos pocos documentos y libros, entre ellos la obra poética y los cuentos de Eliseo Diego. Es decir, en suma: su penumbra.

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