www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de marzo de 2005

 
  Parte 2/2
 
Un genio a contracorriente
Arturo 'Chico' O'Farrill: El hombre que demostró que el jazz latino no era una simple anécdota.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

"El alquimista" le llama Delannoy al hombre que supo cambiar la fisonomía definitiva de la música afrocubana en los escenarios del mundo. Chico era coherente con su tiempo y su tiempo era el de la postguerra, las reconstrucciones con todos y para todos, la búsqueda de un sonido universal que fuera a la vez reconocido en las mínimas locaciones de un babélico teatro de cinco continentes.

Esa pluralidad Chico la captó desde el mismo principio y por eso, con su quehacer, el jazz latino alcanzó su carácter más abierto al mezclar estilos, armonías y sonidos, tal como lo reconoce Delannoy: "Con Chico el jazz latino por fin logra ser una auténtica fusión, deja de ser una simple sobreposición de ritmos afrocubanos y solos de jazz (…) Y, al dar preferencia al arreglo, demostró brillantemente que el jazz latino no era una simple anécdota, sino, antes bien, un género por derecho propio".

Y es que Chico era un profundo conocedor de los clásicos y la vanguardia. Él mismo compuso varias obras clásicas que fueron interpretadas en una decena de países, pero jamás grabadas. Estudió hasta el detalle los cuartetos de Bartok, a la vez que era deslumbrado por la fuerza de las sonoridades caribeñas y los selváticos toques de la amplísima gama de los instrumentos de percusión africanos. Por probarlo todo, fue pianista de Benny Goodman, orquestador para Norman Granz —relación que termina en litigio—, compositor para cine mexicano y autor de boleros, que cantaba Graziella, la hermana de Machito.

"Si yo hubiera sido buen trompetista, habría hecho carrera de trompetista. Pero no fue el caso. Mi instrumento es la gran orquesta", dijo en una ocasión. Y esa es la huella fundamental que todo estudioso del devenir musical cubano hallará cuando intente registrar los hondos alcances de Chico en nuestra cultura, un sonido acaso impuro por las sabias mezclas que logró, pero perdurable y fácilmente reconocible en el quehacer posterior de muchos que prefirieron imitarlo antes que reconocerle sus méritos.

Sonido en sordina

El nombre de Arturo Chico O'Farrill pertenece a la creciente lista negra de más de cien artistas cubanos cuya música no puede ser radiada ni comercializada en ningún sitio de la Isla. Desde Julián Orbón a Paquito D'Rivera y Willy Chirino. Ni siquiera la muerte induce a perdones —ni tampoco radicar en la Isla, pues las grabaciones de cantautores como Frank Delgado o de grupos como Porno para Ricardo están igualmente vedadas—. Es un ejercicio tan común dentro de la esclerotizada política cultural del régimen, que ya, dolorosamente, apenas levanta algún comentario.

De esta manera, los destinatarios esenciales de la gran música de Chico sufren el agujero negro de los sonidos en sordina, la ausencia de un ramaje excepcional que parte del bien provisto tronco cultural de una nación mestiza. Porque muy mestiza ha sido y es la identidad de ese fenómeno llamado "lo cubano", una cualidad fácilmente palpable dentro del entramado rítmico que Chico entregó a lo largo de toda su vida.

En esa lista negra, al lado de su nombre y por si hiciera falta, estamparon una brevísima argumentación: Chico firmó, no sé en qué año, no sé cuál referendo pidiendo la libertad de su patria. Y eso basta.

Pobres censores de la dignidad humana. Dan pena. El mundo no se detuvo jamás.

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