www.cubaencuentro.com Viernes, 25 de marzo de 2005

 
  Parte 1/3
 
Donde Bonifacio Byrne lamenta su descendencia
Edel Morales y el poeta-funcionario: La estéril reivindicación del 'patriotismo literario'.
por PABLO DE CUBA SORIA, Miami
 

Descreo de toda literatura que, a priori, es llamada patriótica; esas que dicen representar ideales y valores de una nación. Todo patriotismo (en cualquiera de sus expresiones) asociado a nacionalismo deviene mecanismo de dominación; ahí los sucesivos fraudes de la historia.

B. Byrne
Byrne, icono del discurso nacionalista.

La patria griega es el escudo de Aquiles, la belleza de Helena jamás descrita por Homero y la Alejandría que se pierde de Cavafis; Rusia es el 1812 de Chaikovski y el Raskólnikov —mitad ángel, mitad demonio— de Dostoievski; Estados Unidos es el "I celebrate myself and sign myself/ And what I assume you shall assume" de Whitman y las Marilyn Monroe y las Campbell's Tomato soup de Andy Warhol; Francia es la muerte de Roland en los Pirineos y la fuga de Rimbaud y los paisajes impresionistas de Monet; Alemania es el amor de Sigfrido y Crimilda y la locura de Nietzsche y el Faustus mefistofélico de Goethe y de Mann y La pasión según San Mateo de Bach; Argentina es la ceguera laberíntica de Borges y los suicidios de Lugones y Alfonsina y Pizarnik y el París de Gardel; Cuba es la noche martiana y el frío de Casal y la belleza mulata de Cecilia y los arpegios de Lecuona y la ausencia que se espera de Lezama… En fin, "no se habita un país, se habita una lengua [un imaginario cultural]. Una patria es eso y nada más" (Cioran).

Aquellos que crecimos por la década de 1980 en Cuba, recitamos con pueril fervor Mi bandera de Bonifacio Byrne. "¡Al volver de distante ribera,/ con el alma enlutada y sombría…". El matutino escolar resultaba el espacio ideal (Yo, que cursé la enseñanza primaria en el oriental Centro Escolar 26 de Julio, antiguo Cuartel Moncada, recuerdo cómo en la clase de Lectura nos teníamos que aprender el poema. Sí, y ante todo, era necesario darle una histérica entonación a la última estrofa: "Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día…". El texto de Byrne devenía, por obra y gracia de un sistema educacional "para el bien de todos" y de nuestra ingenuidad, el más sublime estado poético alcanzado por el hombre, el más alto ejemplo de patriotismo literario).

Con el paso del tiempo me di cuenta (jodido sentimiento de desolación y estafa) que Mi bandera es tan sólo eso: un mediocre poema para recitar/gritar en matutinos escolares en Cuba.

¿Autenticidad o discurso nacionalista?

Desde Heredia, la poesía patriótica cuenta con una vasta tradición en la Isla; unos pocos poemas atendibles y otros, los más, propios de poetas de escaso talento o de versificadores y tristes oradores de tribunas. Tensión lírica como la alcanzada por el Himno del desterrado del mismo Heredia, por Dos patrias de José Martí, y algún que otro momento de Nicolás Guillén, conllevan a afirmar lo primero: se sostienen desde una auténtica expresión y no en torpes/sombríos discursitos nacionalistas. Y poemas con apenas aliento ni contención poemática, como decenas firmados por Félix Callejas, Manuel Navarro Luna, Ángel Augier, Mirta Aguirre, Julia Calzadilla, et al, muestran el otro lado —sin color, sin figuras— de la baraja.

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