www.cubaencuentro.com Lunes, 28 de marzo de 2005

 
Parte 2/2
 
Para no olvidar lo que somos
En su libro más reciente, Matías Montes Huidobro reconstruye a modo de un rompecabezas nuestra memoria narrativa.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Farmville
 

Asedios críticos nuevos

En todos los ensayos que integran el libro, Montes Huidobro se acerca a las obras para proponer lecturas y asedios críticos nuevos y descubrir, en el caso de las más conocidas, aspectos hasta ahora inéditos. En Cecilia Valdés, por ejemplo, analiza cómo el antiesclavismo de Cirilo Villaverde está permeado por su etnicidad, así como por un canon racial del que no puede escapar y que, a su vez, impone un canon léxico. Destaca además que se trata de una novela marcadamente freudiana, debido a la gran tramoya de incestos que conforman la trama. "Este laberinto de motivaciones sicológicas hubiera hecho las delicias de Freud", comenta Montes Huidobro. Y agrega que esas complejas relaciones familiares entre padres e hijos se proyectan hacia afuera y se complican con el componente racial y la nacionalidad.

En Caniquí, descubre, junto a su fuerte base realista, la presencia de elementos de lo real-maravilloso americano, que resultan de la inmersión de José Antonio Ramos en el mundo afrocubano. Así, en el personaje del protagonista masculino ve un antecedente del Mackandal de El reino de este mundo: al igual que éste, Caniquí se va convirtiendo en una figura mítica, en una realidad mágica. Montes Huidobro reconoce, no obstante, que el autor de Tembladera opera con mucha más moderación que Alejo Carpentier. Y admite que "Ramos no lo hace tan bien como Carpentier en esa novela", que, sin embargo, "es mucho mejor que ¡Ecué-Yamba-O! (1933), la novela de Carpentier de la que está cronológicamente más cerca".

De particular interés es, en mi opinión, el ensayo dedicado a La Conjura de la Ciénaga. En ese trabajo, Montes Huidobro se propone rescatar la obra de Luis Felipe Rodríguez de la interpretación rutinaria de las lecturas marxistas, que sólo han insistido en su visión escéptica, desencantada y crítica de la Cuba republicana. Se centra, en cambio, en un aspecto eminentemente literario, como es el de duplicidad o triplicidad de autores y protagonistas que hay en la novela. En la misma, Santiago Hermida ha ido a la Ciénaga para redactar "la novela del cañaveral donde está la tragedia de la vida antillana", un proyecto que no logra realizar. Vicente Aldana es quien se encarga de "contar el cuento", es decir, de hablar de la obra que Hermida no llegó a escribir. Tenemos, por tanto, como pone en evidencia Montes Huidobro, una novela en la cual participan tres autores, pero que nunca llega a escribirse.

Esa autoría triple queda resumida en el juego de espejos propuesto por Montes Huidobro: el personaje (Hermida), que no escribe, sino que vive; el narrador (Aldana), quien más que vivir, cuenta; el escritor o compilador (Rodríguez), quien lee lo que se ha escrito y vivido. Montes Huidobro demuestra de manera lúcida y bien argumentada cómo La Conjura de la Ciénaga, "que ha envejecido dentro de un realismo social que señala el paso del tiempo, rejuvenece (quizás a pesar suyo) en su composición estructural, subconsciente tal vez, que le da nuevo significado".

Como es natural en obras de esta índole, se podrá discrepar con algunas de las interpretaciones que Matías Montes Huidobro propone en sus dieciocho ensayos. Pero de igual modo, no se podrá negar la solidez con que las mismas están desarrolladas. Montes Huidobro parte, ante todo, de una lectura minuciosa de las obras, y respalda teóricamente sus puntos de vista con una voluminosa bibliografía. No deja así espacio a la arbitrariedad o el subjetivismo, dos defectos imperdonables —aunque, ay, no ausentes— del trabajo crítico e investigativo.

Al referirse al papel que debe cumplir la crítica, mi admirado Jorge Luis Borges comentó que ésta debe enriquecer la literatura. Y para avalar esa idea, expresó: "Creo, por ejemplo, que un personaje tan complejo como Hamlet es más complejo después de haber pasado por Coleridge, por ejemplo". La narrativa cubana entre la memoria y el olvido cumple esa noble función, pues al arrojar nueva luz sobre esos textos enriquece sus valores estéticos. Súmese a eso su contribución a conservar nuestra herencia literaria, más allá de los descalabros de la historia, y se tendrá una medida de su inestimable valor y su enorme utilidad.

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