www.cubaencuentro.com Martes, 12 de abril de 2005

 
Parte 2/2
 
Verena tropical
En 'Somos los que andamos', Marisela Verena logra fundir acertadamente canción protesta y son.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Farmville
 

Son, ya digo, buenas canciones que cualquier amante de la música popular puede escuchar con placer e incluso hasta bailar. Pero el disco compacto del cual me ocupo recoge parte de la producción "cubana" de Verena (otro tanto puede —y debería— hacerse con su producción "puertorriqueña"). Y en ese sentido, somos los compatriotas de la cantautora quienes más plenamente lo hemos de disfrutar. Escúchese, por ejemplo, esa joya de humor e ingenio que es Nosotros los cubanos, en donde los rasgos de nuestra idiosincrasia quedan brillantemente captados. Son pocos los compositores que han sido capaces de definirnos, entre bromas y veras, con tanto acierto como lo hace Verena a ritmo de guaracha: "Nosotros los cubanos no somos nada chovinistas/ al ser tan superiores sólo somos realistas/ El mundo se divide exactamente a la mitad:/ nosotros los cubanos y el resto de la humanidad./ No somos jactanciosos, ni tampoco racistas/ y no somos políticos, y no somos cuentistas/ Quizás es por si acaso o por necesidad/ que el Papa nos bautiza y nos bendice Yemayá".

Esa cubanía que impregna las canciones de Marisela Verena se expresa a través de diferentes maneras: puede ser el orgullo por haber nacido en una tierra privilegiada (Raíces, Nací en el Caribe); la indignación que se hace protesta por los demasiados años de mordaza, falta de libertad y despotismo cruel (Memorándum para un tirano); o bien el desarraigo de quien en todas partes se siente extraña (Somos los que andamos). "Mi vagabunda generación", llama la cantautora a sus compatriotas del exilio. Y sus dolorosas vivencias como parte de esa diáspora son recreadas por ella en ese estupendo tema que es Son de las cuatro décadas. Verena realiza un inventario y un balance de ese largo destierro; y aunque para hacerlo emplea la estructura de nuestro contagioso son, lo que allí canta destila una profunda tristeza: "Cuatrocientos ochenta meses de idioma ajeno/ cuarenta años sin ver el sol que nacer me vio/ Mi generación se aferra a una raíz sin tierra/ Qué largo es el son que canta mi desmembrada generación".

Verena, quien en sus inicios en la década de los setenta acogió la influencia de la canción protesta latinoamericana, aparece así como una representante contemporánea de aquella corriente musical. La ha remozado con un saludable baño en nuestras fuentes musicales más genuinas (además del son, se identifican aportes e ingredientes del guaguancó, el danzón y la música campesina), así como con un desenfado y una dosis de incorrección política muy frescos y saludables. Al ya mencionado Son de las cuatro décadas, hay que añadir composiciones como Somos los que andamos, Madre Cuba está de parto y Libre, en las que Verena logra que la indignación y la denuncia se materialicen en canciones poética y musicalmente elaboradas.

Aparte de esas composiciones, el compacto recoge muestras de esos otros registros que citaba al inicio de esta reseña. De contenido mucho más festivo es, por ejemplo, Sin clave no hay son, una guaracha a cuyo ritmo es imposible resistirse. Asimismo y a pesar de que varios de los temas se inscriben en la tradición de música cubana más rítmica y bailable, hay también espacio para temas más intimistas y líricos, como El cuento no era así y Libre. No quiero dejar de llamar la atención, por último, sobre Mi corazón es un pueblo. Se trata de un magnífico tema en el cual letra y música alcanzan una admirable armonía, una cualidad que es común en el resto de las canciones. Un disco, en fin, muy recomendable. Búsquenlo, escúchenlo y ya me dirán: el disfrute está garantizado.

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