www.cubaencuentro.com Martes, 12 de abril de 2005

 
  Parte 1/2
 
Conciencia y corazón
Un país canta a coro o no canta: Eliseo Alberto y sus insistencias en 'Dos Cubalibres'.
por JOSé PRATS SARIOL, México D.F.
 

El bolero dice que es imposible: "No se puede tener conciencia y corazón". Bola de Nieve sonreía cuando lo cantaba en Monseñor. Aquel brochazo blanco tras el piano regalaba una ironía: ¿Por qué no se podrá tener conciencia y corazón? ¿Acaso María Zambrano —la discípula rebelde de Ortega y Gasset— no nos enseñó las "razones del corazón"?

Dos Cubalibres

Lichi Diego —Eliseo Alberto— demuestra en Dos Cubalibres (Ediciones Península, Barcelona, 2004) que "Nadie quiere más a Cuba que yo", con lo que se burla para siempre de la maledicencia que reserva el amor a la patria para los que subsisten en ella. Y a la vez logra que sus crónicas, reportajes, retratos y artículos recuerden la perfecta dentadura de Bola, revitalicen la amorosa sabiduría presocrática de María Zambrano, a la que la cultura cubana —en particular el grupo Orígenes— tanto le debe.

El autor de Informe contra mí mismo —quizás el único texto de habla hispana comparable al Archipiélago Gulag de Alexandr Solzhenitsin— arma esta compilación a conciencia, es decir, bajo un riguroso análisis de cada fenómeno y un ensamblaje donde los argumentos e informaciones nunca marean, nunca abruman ni, del otro lado, dan la impresión de carencia, de escasa urdimbre.

Pero a la vez tal racionalismo crítico, y desde luego ecléctico, no avasalla los sentimientos y sentidos. El novelista de Caracol Beach y de La fábula de José, une como los buenos magos los artificios escénicos con los trucos profesionales inherentes al mejor periodismo. No creo, sin embargo, que tal combinación afectiva sea sólo obra de bienhechoras lecturas y décadas de oficio. Se trata de algo más enigmático, consustancial a su personalidad. Lichi es así. Parece que en su ADN ya venía esa incapacidad para aislar lo racional de lo sensorial.

Las derivaciones estilísticas de tal sesgo —que le individualiza hasta hacerlo inconfundible— recuerdan la poesía de su padre. Quizás de allí provenga el adjetivo que de pronto transforma un párrafo, el detalle descriptivo que imprime verosimilitud a una entrevista, el símil que potencia una enumeración necesaria, la metáfora que de pronto convierte una larga oración y sus subordinadas en un vertiginoso instante caracterizador.

Sin nostalgia del Poder

Le sucede a su prosa lo mismo que le ocurrió a la Calzada de Jesús del Monte cuando Eliseo Diego la visitara —para transformarla— en 1947. Los portales de Lichi también son recorridos por la "demencia tranquila". La varita poética —"esta indecible gravedad de mi gozo"— es el mejor homenaje que puede rendirle al autor de Los días de tu vida. Porque aprendió muy bien que las palabras van "cegando sus misterios", que "su escritura no es sino un ardid para engañar al tiempo, y que dure un poco más el eco suave".

Dos Cubalibres vale por la poesía que alberga, de lo contrario ciertos motivos temáticos o personajes serían tan circunstanciales y efímeros que ni siquiera los involucrados podrían disimular con el dorso de los dedos algún bostezo. Historiadores aparte —la mayoría, desde luego, lo leerán bajo la horrible noción de "testimonio"—, lo indubitable es que este disímil compendio forma parte de la literatura cubana por la tonalidad poemática que alcanza.

Subordinados a tal efecto poético —"magia sin trucos", diría Lezama— se hallan otros valores decisivos. El primero es moral. No hay una gota de nostalgia al Poder, sencillamente porque al autor nunca le ha interesado moverse en el siempre resbaloso campo de las relaciones con el Poder, mucho más peligroso y dañino en una sociedad piramidal, donde sus tentáculos apresan y oprimen de manera sistemática cualquier actitud independiente.

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