Hasta el pasado 22 de mayo, el Centro de Arte de la ciudad de Des Moines, en Iowa, presentó la exposición Ana Mendieta: Earth Body. Sculture and Performances, 1972-1985. El evento, que se desarrolló en el veinte aniversario del fallecimiento de la artista cubanoamericana, tuvo una importancia singular al llevarse a cabo en el estado estadounidense donde ella pasó su adolescencia, y donde, como estudiante graduada de la Universidad de Iowa, Mendieta comenzó su labor creadora. Según un reporte del museo, hasta mediados de abril habían visto la exhibición más de siete mil personas, cifra alta si consideramos que este estado del medio oeste norteamericano tiene poco menos de tres millones de habitantes.

Isla (Ana Mendieta, 1981).

Como explica la crítico y curadora Olga M. Viso en el catálogo, el trabajo de Ana Mendieta ha sido estudiado desde varias perspectivas. En lo que se considera el primer período de su trabajo, es decir, los años de estudiante, su labor se asocia con las tendencias feministas y el conocimiento del earth y body art, los cuales vendrían a ser la base conceptual de su desarrollo posterior.

Entre 1967 y 1978, época investigada por la crítico Julia P. Herzberg, la artista exploró simultáneamente la naturaleza dúctil del cuerpo humano —es el caso de Facial Cosmetics Variation (1972), Facial Hair Transplant (1972), Ocean Bird Washup (1974)— y las consecuencias de la violencia contra las mujeres (serie de fotos y performances sobre violaciones y asesinatos). Todo ello bajo el impulso de un comprometimiento social que muchas veces se olvida en los análisis sobre su obra, pero que es directo en los trabajos de esa época.

Fueron años también en los que tuvo la oportunidad de colaborar con otros creadores de vanguardia, invitados al campus por su profesor Hans Breder y en los que también se involucró tangencialmente en las protestas contra la guerra en Vietnam.

Hacia un arte étnico

En el verano de 1973, Mendieta, acompañada por Breder, hizo su primer viaje a México, donde, según comentó su hermana Raquelín durante un conversatorio celebrado en el museo el pasado 10 de abril, Ana descubrió el esplendor de las culturas precolombinas, convirtiéndose a ellas. Es a partir de esa visita que la artista canaliza sus preguntas existenciales mediante una relación con la historia y el arte popular mexicano, llegando a crear lo que se considera su primera silueta, Imagen de Yagul.

Con estas figuras, devenidas rasgo distintivo de su labor, Mendieta enriqueció filosóficamente su trabajo en el sentido de búsqueda de un origen, una identidad que le permitiera organizar las contingencias cotidianas. Es por ello que, como explica Viso, la obra de Mendieta fue abrazada a finales de los setenta y principio de los ochenta por las tendencias hacia un arte étnico, específicamente por algunos artistas latinos y afroamericanos que vieron en ella un camino sui generis para su propio trabajo.

Los viajes de Mendieta a México se repitieron durante varios veranos, incluso después de su residencia en Nueva York, y con ellos el deseo de volver a Cuba, lo cual hizo siete veces entre 1980 y 1983. En su país natal, Mendieta se reencuentra con su pasado y con su familia, agregando un nivel emocional y arqueológico más a sus investigaciones iniciadas en México.