www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de julio de 2005

 
Parte 2/2
 
Las perlas de su boca
En las décadas de los setenta y los ochenta, dos funcionarios cubanos expresaron sus críticas ideológicas sobre la persona y la obra de Virgilio Piñera.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Farmville
 

Guevara afirma que, personalmente, la de Virgilio Piñera es una de las pérdidas para la revolución que más siente desde el punto de vista literario. Y añade: "En este momento, según mis noticias (...), Virgilio no tiene una actitud militantemente contrarrevolucionaria, pero él la ha tenido por mucho tiempo activa. Cuando digo activa no digo pertenecer a una organización contrarrevolucionaria, pero sí digo tener una actividad de lucha política con sus medios, con sus instrumentos intelectuales, contra el proceso revolucionario". Hace un poco de ciencia-ficción, y comenta que "si nos surgiera ahora un Virgilio Piñera que no tuviera esa historia, que no hubiera participado en Lunes, que no se dedicara a tratar de reclutar a los jóvenes intelectuales envenenándolos en sus relaciones y sus posiciones, o proponiéndoles planteamiento de determinadas posiciones ideológicas, y si no existiera ese pasado, y fuera un nuevo Virgilio Piñera el que naciera ahora, diría que eso sería harina de otro costal".

Y no de otro, sino de ese mismo costal son los juicios sobre la obra de Piñera que publicó Eliades Acosta, actual director de la Biblioteca Nacional José Martí. Aparecieron en Perfil de Santiago, el tabloide del diario Sierra Maestra, el 16 de abril de 1988. El título bajo el cual se publicaron era ya toda una declaración de principios: "Un fogonazo contra Un fogonazo". El punto de partida es, sin embargo, una crítica sobre el libro de Piñera que Antonio Orlando Rodríguez publicó en El Caimán Barbudo.

Para empezar, Acosta declara: "Admiro soberanamente al Piñera escritor tanto o casi tanto como le cierro las puertas de mi cerebro a la concepción del mundo expresada por él en esos mismos cuentos, cuentos que tan bien escritos están". Se refiere después a algunas deficiencias de parte de la crítica que se escribe en Cuba. Constata, por ejemplo, que "hechos tan antiguos como la sociedad dividida en clases antagónicas", como principio metodológico de análisis, se están "olvidando" con frecuencia en los últimos tiempos. Es en tal sentido, que el comentario de Rodríguez le parece miope e ingenuo, al tratar de valorar la obra de Piñera a partir sólo de apreciaciones técnicas, obviando "las aristas clasistas y partidistas de la misma, incluyendo algo tan sutil como la concepción del mundo" expresada por el autor. Y no duda en considerar su texto como "una palpable muestra de un enfoque que carece de la clarificadora dimensión metodológica que aporta la Filosofía Marxista-Leninista al estudio de fenómenos culturales".

Pasa entonces a ocuparse del libro de Piñera, y se pregunta: "¿Por qué tenemos que aceptar tácitamente, como algo normal y lógico, que un escritor cubano, genial y bien preparado como lo fue indudablemente Piñera, viviendo hasta su muerte inmerso en la inmensa marea de un hecho histórico y cultural sin precedentes en la historia de su país, como lo es la Revolución Cubana, haya hecho cuentos tan asépticos y descontextualizados como los de Un fogonazo? ¿En nombre de qué supuesta libertad de expresión o de creación puede un intelectual aislarse de un mundo en ebullición que diariamente golpea a su puerta clamando también por su aporte en su eterna lucha por la perfección? ¿Puede aceptarse como lógica la autocondena de Piñera al ostracismo, el autoexilio al mundo de la fabulación, suponiendo incluso que no hayan podido ser aceptadas sus propuestas estéticas, en una coyuntura política muy concreta y por todos conocida? (…) ¿Debemos aceptar como universal en el arte lo que signifique una evasión del contexto histórico, del deber del intelectual ante los intereses y motivaciones del pueblo?".

Asimismo, Acosta señala que lo que asombra es que Piñera haya tratado "viejos temas" como la soledad, la duda, el miedo y la muerte "en plena construcción, en Cuba, de la sociedad más solidaria, humana, lógica y racional que haya existido en nuestro suelo". A diferencia de Guevara, para quien Piñera mantuvo una activa postura contrarrevolucionaria, Acosta sostiene: "No es que Piñera haya estado contra la Revolución sino que su concepción del mundo, trágicamente, se había congelado en sus orígenes pequeño-burgueses, mientras la sociedad en que vivía había avanzado arrolladoramente hacia el socialismo liquidando en la práctica muchos de esos 'viejos temas' que tanto preocupaban al autor, aunque muchas insuficiencias de su corta edad y las lógicas enfermedades 'infantiles' de todo nuevo régimen social, y sobre todo del socialismo, que tanto depende del hombre y que tiene por objetivo barrer de raíz toda la basura objetiva y subjetiva acumulada por las sociedades clasistas precedentes, lo espantasen más".

Y concluye así Eliades Acosta su artículo: "Por eso, precisamente es que debemos 'poner de moda' a la Filosofía Marxista-Leninista y utilizarla metodológicamente en la vida diaria y en los análisis diarios, por eso es que debe desempolvarse de los archivos de la memoria y dejarla de asociar sólo a gastados ejemplos de manuales y clases casi escolásticas impartidas por malos profesores, por eso es que hay que usarla como 'sabiduría con filo' para desentrañar los mecanismos de fuegos fatuos como este 'fogonazo' de Piñera".

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