www.cubaencuentro.com Viernes, 29 de julio de 2005

 
Parte 2/2
 
La fuente viva de una etapa liminar
Una nueva edición del 'Centón Epistolario de Domingo del Monte' recupera una de las obras más singulares de nuestra literatura.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
 

A su labor de maestro y guía de los autores jóvenes, también se le han hecho reparos. Su influencia sobre Milanés no fue benéfica para este, pues no tuvo en cuenta su verdadero temperamento y, como bien señaló Raimundo Lazo, trató de hacer de él un poeta social de finalidad moralizante. El propio Suárez y Romero admitió que "sus consejos sobre la pureza de la locución rayaban acaso en demasiado severos"; y agrega que eso viene a explicar que "las primeras producciones de algunos discípulos de Del Monte adolecieran de arcaísmos fuera de toda oportunidad empleados y que otras, por no perder nunca de vista los modelos, parasen en imitaciones".

Debido a esas dificultades para aprehender una figura tan compleja, son varios los autores que han fracasado en el intento de escribir la biografía de Domingo del Monte. Vidal Morales y Morales anunció un libro, Domingo del Monte y su época, que nunca llegó a escribir. Pedro José Guiteras lo incluyó en su serie de artículos Vida de poetas cubanos, pero no pudo dedicarle un trabajo más amplio. José Antonio Fernández de Castro expresó en varias ocasiones que trabajaba en un extenso estudio biográfico sobre Del Monte, mas no fue capaz de pasar del primer capítulo. Después de 1959, la bibliografía delmontina apenas se ha enriquecido con títulos como los de Urbano Martínez (Domingo del Monte y su tiempo) y Salvador Bueno (Domingo del Monte).

Mas el propósito de estas páginas es, como dije al inicio, saludar y reseñar la publicación del Centón Epistolario de Domingo del Monte, una monumental obra (en total, 2.015 páginas) cuya importancia no puede ser cuestionada. Al haber sido Del Monte una especie de vértice al cual venían a confluir las principales corrientes tanto artísticas como ideológicas de ese período, las más de 1.500 cartas que se recogen proporcionan una valiosísima cantera de datos, noticias y opiniones. Como tanto se ha insistido, resulta imposible estudiar las primeras cinco décadas de nuestro siglo XIX sin consultar esos documentos, que de manera tan tangible y viva las reflejan. Cito de nuevo a Sophie Andioc Torres, que afirma: "Quien penetre en el Centón Epistolario de Domingo del Monte entrará en las interioridades del movimiento intelectual cubano, en su nacimiento, en sus intenciones que no siempre se expresan en los trabajos publicados por efecto de la autocensura. Estas interioridades, que no pueden encontrarse en otros escritos, ayudan a la lectura transtextual de los textos más famosos de la época". Y agrega que "uno de los aportes más trascendentes del Centón es que el movimiento intelectual cubano aparece más allá de los nombres reconocidos. Se observa la presencia de un mundo cultural y político amplio y al que pertenecen nombres, que si bien pueden ser conocidos por uno que otro estudioso, no es frecuente verlos citados".

Mas los estudiosos e investigadores no son quienes únicamente pueden acudir al Centón Epistolario. Pienso que los lectores no especializados también pueden disfrutar con muchos de esos textos. Hay que recordar que la mayoría de quienes los firman no buscaban hacer literatura, y muchas veces emplean un estilo informal, desenfadado, salpicado de humor, comentarios jocosos e incluso chismes. Véase, a modo de muestra, este fragmento de la misiva que Félix Tanco escribió a Del Monte, en noviembre de 1842: "Mi querido bachiller: está visto que para que vuesa merced me escriba una carta tengo yo que escribirle tres: esto es mucho tono, y yo le advierto que conmigo no se venga entonando, porque en el momento le hago saber quien es: un mero hijo de 4 nalgas (Dispense la grosería española). Déjese pues de enquillotarse, y vuelva en sí que le conviene, y a mí más que a vuesa merced, pues quiero gozar con sus cartas frecuentes y prolijas".

No quiero concluir sin referirme a la magnífica labor de edición que se ha hecho. Se responsabilizó de ello la citada Sophie Andioc Torres, a quien pertenecen las abundantes y necesarias notas y los ensayos introductorios con que se abre cada volumen. Al final de estos figura además un índice de corresponsales y otro onomástico, algo fundamental en una obra de estas características. El Centón Epistolario, por otra lado, forma parte del catálogo de la Biblioteca de Clásicos Cubanos, importante proyecto dentro del cual han aparecido ya títulos de Félix Varela, el Obispo Espada, José Agustín Caballero, Felipe Poey, José Antonio Saco, Francisco de Arango y Parreño y José de la Luz y Caballero. Nombres todos imprescindibles para conocer el desarrollo de nuestra historia, así como también a muchos de los que la protagonizaron y escribieron.

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