www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
Parte 1/2
 
Polemiza, que algo queda (VI)
Jorge Mañach y Fausto Masó sostuvieron una de las primeras confrontaciones de carácter ideológico que se produjeron después de 1959.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
 

A partir de 1959 y durante la primera mitad de la década de los sesenta, las polémicas entre los escritores y artistas proliferaron como la verdolaga. Al parecer, el ambiente que reinaba entonces en la Isla incentivó el espíritu camorrista y belicoso, y el motivo más nimio era suficiente para que se produjera una confrontación pública. Vistas desde hoy, algunas no pasan de ser muestras de infantilismo de jóvenes recién llegados que buscaban hacerse notar de cualquier modo. Otras, en cambio, poseen un alcance más trascendente, y su relectura puede arrojar luz sobre debates que tuvieron lugar años después.

Grabado

Voy a empezar con el rescate de la que protagonizaron el narrador Fausto Masó Hernández (1934), hoy residente en Caracas, y el ensayista y periodista Jorge Mañach (1898-1961), quien para entonces acumulaba una considerable experiencia en el terreno de las polémicas. En mayo del 59, Masó publicó en el diario Revolución un artículo, que según aclara surgió del hallazgo en una librería habanera de segunda mano de un ejemplar del ensayo de Mañach La crisis de la alta cultura en Cuba (1925). Una obra, apunta Masó, sobre la cual "se han dicho demasiadas cosas buenas, por lo que ha llegado la hora de decir algunas malas". Tal crisis, según expresa, existió y existe, por lo que el texto de Mañach sigue manteniendo su vigencia. Y añade que "los que la denunciaron no pasaron de la denuncia. La crisis siguió y aumentó, y hoy la tenemos también en la baja y la media".

Masó se pregunta por qué hombres como Mañach, que denunciaron el marasmo del país durante los primeros años de la República, después permanecieron estancados y cayeron muchas veces en aquello que criticaban. "Por qué, continúa, terminaron como periodistas y aspirantes a cátedras, después de haber hablado de la necesidad de la meditación y del estudio serio, denostando constantemente a la política como fuente de nuestros males, pero sin apartarse de ella". Masó se respalda en "la sacrosanta ciencia del choteo", y ofrece una respuesta que "puede que no sea la única, pero que no deja de ser una: Los intelectuales no tuvieron fe en la capacidad del pueblo". Para demostrar que, pese a parecerlo, no se trata de una frase retórica, acude al ensayo de Mañach, del cual cita un par de fragmentos en los que su autor se refiere al pueblo cubano y al choteo, esa característica suya de no tomar nada en serio. Acerca de esto último, Masó anota: "Pero, y aquí está el quid de la cosa y su error, es que nada era digno de respeto en Cuba. El choteo en vez de ser un signo positivo, es positivo. Si no respetamos, no fuimos cómplices, no nos engañaron". El choteo, insiste, le parece un signo de vitalidad y no de decadencia.

Retoma su idea de que los intelectuales "nunca creyeron en la capacidad del pueblo cubano. Suspiraron constantemente por la cultura esclavista del siglo XIX. No se dieron cuenta de que la transformación del hombre es más importante que su estudio". Reconoce, por último, que La crisis de la alta cultura en Cuba representó en su época un paso de avance; pero hoy no se le puede absolver sin comentarios al margen. Y finaliza con esta dura crítica a su autor: "Mañach siempre se ha quedado a medias. Ha podido serlo todo en Cuba y no ha sido en definitiva casi nada. Su conducta política es irresponsable, pero a cada hombre se le debe juzgar según lo que ha pretendido ser. Mañach y los hombres de su momento hablaron de la Alta Cultura y no la hicieron. No creyeron en el pueblo, y han quedado retrasados. Pertenecen al pasado, no al presente".

Tres días después de que apareció el artículo de Masó, Revolución publicaba la respuesta de Jorge Mañach, titulada "Réplica a un joven impugnador". Comienza aclarando que, aunque siempre ha respetado el derecho de los demás a expresar sus opiniones sin que él las replique, la tesitura del momento que está viviendo el país lo obliga en este caso a hacerlo. Y argumenta así su afirmación: "Junto con las mejores intenciones y las más jubilosas y bien fundadas esperanzas, lo confuso, lo violento, lo improvisado están a la orden del día. A su amparo y su pretexto de 'vida nueva', se hacen las más radicales negaciones y se lanzan las pedradas más gratuitas".

1. Inicio
2. Al pasar a...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
'La noche de los asesinos': cuarenta años de una premonición
JAIRO RíOS, La Habana
Catorce autoras que cuentan
CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Nueva Jersey
Petit elogio de la traductora
CED, Nueva Jersey
En estas páginas vive nuestra música
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir