Modesto, lo que se dice modesto, Ñico Saquito no lo era, como puede verificarse en este bolero donde él solito se enfrenta a las heridas provocadas ya no por vecinos envidiosos o por "...amigos que dicen ser amigos y mujeres que mienten al besar...", no, su problema era mucho mayor, abarcaba los cinco continentes e incontables generaciones. Y se resolvía a balazos, además.
Eso sí, su suerte era sin dudas espléndida, porque despertaba la envidia de toda la raza humana. Superhéroe, si los hay, aguantaba las tronantes ráfagas de ametralladoras sin fin, pues esas balas no lo mataban.
Un psiquiatra le hubiera concedido una personalidad maníaco depresiva, que pasaba, sin transición, de estar hecho tierra a retar al mundo, como quien se toma un café. A no ser que se tratara de no uno, sino de muchos rones y estuviéramos ante un delírium trémens permanente.
Qué humanidad (bolero) Ñico Saquito
La humanidad vive pendiente de mi vida, a veces me pregunto por qué, por qué la humanidad me hará esa herida, será porque la suerte la encontré. ¿Por qué será esa envidia con mi vida cuando a nadie su suerte le robé?
¡Oh, qué humanidad, cómo me tira! ¡Cómo me tira, qué cruel humanidad! En cambio yo sus balas las recibo con mi frente muy en alto a su maldad! Que me tiren, que esas balas no me matan, si mataran me hubieran matado ya.
¡Oh, qué humanidad, cómo me tira! ¡Cómo me tira, qué cruel humanidad! En cambio yo sus balas las recibo con mi frente muy en alto a su maldad! Que me tiren, que esas balas no me matan, si mataran me hubieran matado ya.
¡Qué humanidad! |