www.cubaencuentro.com Jueves, 07 de agosto de 2003

 
  Parte 1/3
 
Los refritos del cómplice
El escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum publica en Cuba su libro de recuerdos 'De cerca y de memoria'.
por ORIOL PUERTAS, La Habana
 

Existe una razón de peso para que un viejo escritor de izquierdas decida publicar sus memorias en Cuba, antes que en otro lugar. Esa razón es la simpatía. Simpatía por lo que desconoce, diríase mejor. Simpatía por el mito, demasiado moribundo ya, de aquella Cuba idílica, conocida en los sesenta, y también por algunos hombres a quienes vale más querer que odiar, sobre todo si se desea vivir en paz con el pasado. No importa ignorar cuánto ha maquillado la Cuba de hoy sus dolores de adentro, cuánto calla. Tampoco importa ese raro beneficio que deja dudar. Si no se desea saber, no valen hechos sino recuerdos y así se le rinde honor a la memoria, aunque se le haga un pobre favor a la verdad. De cualquier manera, los viejos amores suelen ser tenaces. Como los grandes rencores.

Adoum
Escritor Adoum: 'Cuba es el decentómetro'.

Es lo que hace Jorge Enrique Adoum con este volumen al que llama De cerca y de memoria,editado en la Isla por el sello Arte y Literatura. Más que cercanía conviene llamarle complicidad, menos que memoria es refrito, florilegio de citas, itinerario de viajes y gente conocida, buena parte de ello (como tiene el pudor de apuntar en las notas al pie) publicado ya en diarios y revistas. Demasiado esfuerzo para llegar a orilla alguna. Para colmo no relee y los deslices se le escapan: el título de una novela de Marta Traba cambia de una página a otra, así como su versión del atentado a un avión cubano. En aquel vuelo no viajaban basketbolistas sino esgrimistas, ni fue en tierras venezolanas sino próximo a las costas de Barbados, ni tampoco la fecha de este triste suceso se acerca a los años en que Vargas Llosa ganaba el Rómulo Gallegos y otros premios.

El libro comienza con la bibliofagia, "dolencia incurable" le llama, y termina descargándoles a los jóvenes por su apatía ideológica al no rechazar el "poder conjunto del FMI, del BM, (y) de la CIA". Han optado, apunta, "por cierta 'aristocracia' lírica" y los acusa de cerrar las puertas a "todo cuanto apesta a combate, huele a solidaridad, tiene tufo a realismo y, ante todo, a 'nostalgia', por ejemplo, a Historia". Primero que todo, habría que lamentar que esa bibliofagia no le dure hasta hoy. Así podría encontrarse una buena cantidad de excelentes novelas, relatos y ensayos de muy jóvenes autores que, si bien no cometieron el mismo error de Adoum al abrazar las gangrenadas ideas de una izquierda incapaz de superar sus manquedades de origen, supieron mantenerse a distancia, tanto de esa literatura light que mucho le molesta al ecuatoriano, como de la supuestamente de protesta por la que parece abogar.

Está claro a qué protesta se refiere, protesta contra qué, contra quiénes. Debe estar claro también, sólo que entre líneas, por qué no es este el "combate" del cual gustan los escritores a quienes ataca. Lo que no queda claro es por qué entonces abruma al lector, de izquierda o no, con este inventario de sumos beneficios que ha obtenido de y en países explotadores del Tercer Mundo, como intelectuales de su bando llaman perennemente a Norteamérica y Europa. Lo menos que se le puede exigir a un ideólogo de izquierda en crepúsculo es consistencia. Le pide a los jóvenes que se enfrenten a los males del presente y está bien —aunque sea a la manera de Adoum—, pero no, por ejemplo, contra el Estado, pues este debe conservar como pulpo el control de todo, aun cuando sea el principal responsable del desastre social y económico latinoamericano. En otro momento se vanagloria de que "pocos fuimos los que no le tuvimos miedo a la lepra de la verdad". Sí, es dolorosamente cierto. Esa es una patología de las menos contagiosas. Se comprueba a diario, sobre todo al ver cómo tantos intelectuales de la vieja izquierda todavía se arrastran a rendir culto al castrismo, reservándole al pueblo cubano lo que ninguno toleraría para el suyo.

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