www.cubaencuentro.com Jueves, 27 de mayo de 2004

 
  Parte 1/3
 
Casandra frente al horizonte
Un poemario y otros tres cuadernos de la escritora exiliada Isel Rivero han sido reunidos en un solo volumen publicado en Madrid por Ediciones Endimión.
por VICENTE ECHERRI, Nueva Jersey
 

En La Habana de mediadosde los años setenta, a Isel Rivero, desconocida desde hacía mucho por la cultura oficial, se le recordaba en ciertos círculos clandestinos, de poetas malditos, excluidos o simplemente nuevos, como una visionaria, una adelantada —casi en el sentido con que portaron ese título algunos de los conquistadores españoles de América— que había sabido ver, desde una especie de atalaya, el pavoroso amanecer del totalitarismo y se había atrevido a advertirlo en un notable cuaderno de poemas antes de salir al exilio.

Rivero
Isel Rivero.

Se contaba, acaso con justificado simbolismo dramático, que Isel había repartido personalmente, en la Biblioteca Nacional, los ejemplares de La marcha de los hurones, recién salidos de la imprenta, como si se tratara de hogazas de pan caliente; e inmediatamente se había marchado del país. Tal vez esto sea una hipérbole; pero si media algún tiempo físico entre el momento de la publicación del libro y aquel en que su autora sale definitivamente de Cuba, es insignificante: la síntesis con que la anécdota ha propagado el hecho le ha otorgado ya la autenticidad de mito poético.

La marcha de los hurones es el segundo poemario de Isel, escrito a los 19 años, pero al que ningún crítico podría clasificar condescendientemente como un "cuaderno de juventud", por mostrar en él una sorprendente madurez, tanto psicológica como artística. Es la obra más importante y representativa de aquel grupo de poetas jóvenes que se reunió en torno a José Mario Rodríguez, poeta y animador de la cultura, y las ya famosas ediciones El Puente, que le darían nombre a una generación. Quince años después, el libro de Isel, muchas veces en copias mecanográficas, se leía clandestinamente como un texto iluminador, mientras ella proseguía su vida y su carrera en el exilio.

Ese poemario, y sus otros tres cuadernos editadosen español, así como un grupo de poemas sueltos que han aparecido en publicaciones literarias, acaban de reunirse en un solo volumen con el título de Relato del horizonte (Ediciones Endimión, Madrid, 2003). Nada más adecuado y consecuente que este libro, en que la visión y las obsesiones de la autora se reiteran y se aguzan en tanto su voz madura (¿madura, realmente?). Sí, si por madurez puede entenderse también la persistencia, la obstinación, la reiterada depuración de un tema o, más bien, de un paisaje.

Un lienzo apocalíptico

Relato del horizonte no es sólo buen título para esta compilación de la obra de Isel Rivero, sino para definir el carácter intrínseco de esa obra y, desde luego, la posición de quien la hace. La poesía de Isel consiste —me atrevo a proponer— en el minucioso recorrido por una geografía poblada de peligrosos y pavorosos accidentes en los cuales se produce la aventura humana, circuida, o tal vez atrapada, por un amenazante horizonte de arena que prefigura nuestro destino de criaturas de polvo y para el polvo. De aquí por qué el concepto de horizonte es capital, porque implica una visión abarcadora que, necesariamente, exige una eminencia, una alteza digamos, aunque sin altanería, sin comprometer la apasionada solidaridad con los miembros de su especie.

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