www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/2
 
Vindicando una literatura invisible
Cuentos desde Miami, Selección y notas de Juan Abreu. Prólogo de Iván de la Nuez. Poliedro, Barcelona, 2004. 286 pp.
por JORGE FERRER, Barcelona
 

La nómina, habrá notado el lector atento, no incluye a una buena parte de los narradores más importantes y reconocidos que vivieron y murieron en la ciudad floridana. Fuera quedan, en efecto, Enrique Labrador Ruiz, Carlos Montenegro, Lino Novás Calvo, el propio Reinaldo Arenas o Lydia Cabrera, por ejemplo. Y es que Cuentos desde Miami apuesta claramente por los escritores menos leídos y evita que los acompañen figuras de valor reconocido y, en algunos casos, enraizados ya en el canon de la literatura nacional. Con ello, Juan Abreu se priva de haber hecho una antología definitiva de la literatura cubana de Miami, pero consigue su propósito, a todas luces militante: un tomo que, con la excepción de Lorenzo García Vega, carece de nombres asentados en el trasiego crítico y la mera lectura y que, sin embargo, ostentan una estatura literaria que pocos podían imaginar. Una reunión de escritores que, en su mayor parte, hacen de la ciudad el espacio de su literatura; escritores a quienes rondó la maldición y que hicieron de la beligerancia contra los usos sociales y literarios del Miami cubano una obra, más que una bandera; escritores que han hecho de su lengua un reducto de intransigencia ante las posibilidades más amplias del dreaming in cuban, privándose de ensayar la suerte de un Óscar Hijuelos, un Jerzy Kosinski, un Andrei Makine o, en tono mayor, la de un Nabokov o un Conrad, para jugarse el destino literario con sus lectores naturales, aunque constataran muy pronto que ni las tres mil presuntas poetisas compran libros, ni sus hermanos los publican.

Mariel es uno de los principales nutrientes del mainstream literario de Miami, y Abreu, él mismo marielito y coeditor de la revista Mariel que aglutinó a esa generación, incluye en la antología a un buen número de esos escritores. El ensayo de Iván de la Nuez que figura a manera de prólogo, traza con innegable acierto los perfiles de ese grupo heterogéneo, su cualidad deslocalizada y singular dentro de una cultura dividida entre dos orillas, que los dejó navegando en el no lugar de la anomia. Una literatura, cabría añadir, que reúne buena parte de los signos con que Deleuze y Guattari calificaron la “literatura menor” de Kafka, al convertir en arma de doble filo una lengua que va camino del idiolecto, la cerrazón y la resistencia. Habrá que indagar en las razones de una poética del Mariel, más allá de la sinrazón política que le es constitutiva. Cuentos desde Miamiparece ser una buena herramienta para comenzar a desbrozar ese mar de silencios y malentendidos.

Dar visibilidad a la literatura cubana escrita en Miami es el paso previo a su inserción en el cuerpo de la literatura cubana e, incluso, de la literatura de Miami. Desde Cuba se han patrocinado rescates parejos, como también desde revistas enclavadas fuera de Miami, pero esos tientos han estado siempre mediados por cautelas extraliterarias que generan parejas precauciones en el lector.

Un lector que se preguntará algo que ya han dejado de preguntarse los escritores cubanos de Miami: ¿qué rayos pasa? O más bien: ¿qué rayos les han caído en las espaldas dobladas sobre el teclado a los escritores de una ciudad que proclama su prosperidad, mientras ignora a sus escritores, empujándolos, en algunos casos, incluso a la mendicidad? Entre Lorenzo García Vega y Guillermo Rosales o Leandro Eddy Campa se trama el enigma y la desgracia de una larga nómina de excluidos del corpus de la literatura cubana y de la literatura en general. El carrito del Publix que empuja Lorenzo —uno de los poetas más importantes de la lengua española; uno de los escritores más distintos de la literatura cubana—, el Boarding Home de Rosales y la desaparición de Eddy Campa, cuyos demonios personales azuzó la hostilidad del entorno, son estigmas de los que la literatura cubana no se librará ya jamás para su vergüenza, pero también para su gloria.

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