www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de abril de 2005

 
  Parte 2/2
 
Un héroe del Escambray
La novela 'El Caballo de Mayaguara', sometida a la censura, sepulta el mito de la revolución cubana y entierra el (supra)mito de su resurrección.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Homestead
 

El Caballo de Mayaguara es un héroe con muchos, demasiados matices. Representa la base social de la revolución venida a menos en la historia de la institucionalización de la misma, elemento que le resta continuidad y hasta "legitimidad" a la forma en que se ha querido presentar el castrismo: "ellos hubieran sido como nosotros, nosotros como ellos".

Por esta razón, la novela de Navarro fue sometida a la censura por parte de las autoridades culturales castristas. Solamente en la edición de 1990, cuando la Perestroika era más que una certeza y el castrismo jugaba a la "glasnoscita", el autor logra incorporar un párrafo aclaratorio de algunas andanzas editoriales, y ciertas alusiones a la muerte de Castellón que antes hubieran sido imposible de entregar al público.

El último chance histórico

En el panorama internacional del comunismo y en particular en el ambiente político-cultural de Cuba, el año 1990 representa el último chance histórico donde revolucionarios como El Caballo de Mayaguara podrían salvarse. Navarro apela aquí a una interpretación romántica de la revolución. Es decir, Navarro y su interlocutor-personaje creen que ha habido un desprendimiento de un tiempo ‡ureo de la revolución, que el gran proyecto inicial se ha pervertido y que aparece ahora una oportunidad de renacimiento donde la justicia será impuesta.

El Caballo de Mayaguara es quizás el último libro de la narrativa de la revolución cubana. Su edición de 1990, el estertor final. La lealtad y obstinación de un autor que, sin saberlo, ha fijado desde la literatura el itinerario final del castrismo como revolución.

Con El Caballo de Mayaguara no sólo se sepulta el mito que contiene a la revolución cubana, sino se entierra incluso el (supra)mito de la resurrección de esa revolución. El castrismo revolucionario pasa a convertirse en un castrismo conservador, incluso reaccionario; por otra parte, de mito pasa a "descaro". Proceso muy interesante, pues la pérdida de la cara obliga irremediablemente al uso de las máscaras, es decir, hace imprescindible el "enmascaramiento".

Por demás, hay que decir que la propia re-fabricación del mito revolucionario por Navarro en su personaje, revela algunas características que se revierten como obstáculos a la conversión del personaje en paradigma moral. Con las dotes de excepcionalidad que Navarro advierte en su héroe revolucionario liquida, de una vez y ojalá que para siempre, la posibilidad de que este tipo guerrero se eleve a patrón moral de una nación pujante.

De ahí que, si al principio me parecía que entre la actual defensa que hace Navarro del reformismo pacifista y su antiguo voto por el heroísmo revolucionario había una contradicción, ahora me parecen dos estaciones de un mismo proceso; dos momentos coherentes de un intelecto que se mueve con sinceridad, de un escritor que no se ha anquilosado en viejas reputaciones ni lucra de urgencia con efímeras metamorfosis. Las "conversiones" en Navarro son el fruto genuino de una mente en constante búsqueda.

Ahora bien, si la etapa revolucionarista del pensamiento de Navarro encontró su encarnación tipológica en un hombre, y ella a su vez en un libro que la contuviera, creo que sería interesante que en esta etapa de crítica y resurgimiento Osvaldo Navarro haga una nueva elección y, empleando el mismo método, regale a estos tiempos la novela-testimonio del un héroe reformista.

El Caballo de Mayaguara es, por estas y muchas otras razones que pertenecen ya a la intríngulis de un texto que este comentario sociologizante apenas si me ha permitido referir, una obra imprescindible en el estudio de la historia y el proceso de la revolución. De cualquier revolución.

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