www.cubaencuentro.com Viernes, 13 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
El artífice del engaño
Con 'La lección de pintura', última exposición de Arturo Montoto, se devuelve al arte cubano el recurso tantas veces mancillado de la evocación y la posibilidad del asombro.
por ANDRéS ISAAC SANTANA, Madrid
 

Hubo de pasar el tiempo para que la amnesia del discurso crítico dominante en la Isla atendiera sin prejuicios la propuesta de Arturo Montoto, que, sin dudas y también sin culpas, emblematiza —convirtiéndose en eco— los más altos y complejos procesos de alegorización y de travestismos que hoy tienen lugar en el debate contemporáneo en torno al arte y sus estrategias de sublimación y representatividad.

A. I. Santana
La autosustentación del canon (Arturo Montoto, 2004).

Como prueba irrefutable, quedan para el discernimiento especular de nuevos exegetas y cazadores de fragmentos de historia, los efectos secundarios de su más reciente exposición, La lección de pintura, exhibida a principios de este año en el Museo de América, en Madrid, y actualmente en el Centro Cultural Capitol de la ciudad de Soria.

Se trata de una muestra perversa, desbordada de trampas perceptivas y desvíos retóricos, que no hacen sino venerar el horizonte retiniano para advertir sobre los problemas de la representación, el carnaval de la referencialidad, los mecanismos ilusorios de construcción de la verdad y la desvencijada dóxa académica.

Con esta muestra en particular, comisariada por Corina Matamoros, y con el conjunto de toda su obra —muchas veces al amparo de proyectos curatoriales que la han sabido posicionar a favor de nuevas y lúcidas lecturas—, la propuesta de Montoto devuelve al arte cubano el recurso tantas veces mancillado de la evocación, la posibilidad algo extraviada del asombro y el rescate de un instante de belleza que el desvelo crítico y contestatario de muchos de sus homólogos hicieron fenecer, en virtud de un desmedido abuso de la vertiente sociológica y sus muchas derivaciones contextuales.

Compuesta por doce óleos de gran formato y doce caballetes que sirven de soporte a fragmentos abocetados (especie de ejercicios que revelan el intríngulis de la construcción formal definitiva), La lección de pintura supone un punto de inflexión y un desvío de la narrativa que su obra anterior urdía.

Atrás quedaron los paisajes de absoluta sensualidad donde ésta se agasajaba el privilegio de lo protagónico a través de la fruta de turno o el objeto nostálgico, no porque su reino muera en el horizonte conceptual de las nuevas visiones del artista, sino porque ahora la delicadeza sensual y la erótica de un trazo, junto a los manejos luminosos de cierta neutralidad barroca, permiten con elocuencia probada una interpretación cultural que excede cómodamente el escenario de la representación.

Donde antes hubo alegoría pretextada, referencialidad usurpada a tenor de una insubordinación transgresora, ahora, en cambio, estas adquieren el carácter de rotundas metáforas sobre los desvaríos que se suceden en el azaroso mundo del arte y de la vida, tanto en sus estados prístinos (los formativos), hasta en los que el primero ha de abdicar o no frente al paisaje accidentado de las redes institucionales.

Reflexiones de alcance y vastedad ontológica, rebajamientos de a priori axiológicos, que han cualificado a los artistas desde una perspectiva occidental, y cimarronajes e investidas de lo canónico, son algunas de las orientaciones conceptuales que apenas quedan esbozadas y que ahora logran emanciparse como figuras y recursos discursivos que confieren un tono más sobrio y robusto a un relato que se resiste a abortar su dimensión lírica.

Siendo un gran artífice de la técnica, dominando con destreza la arquitectura oculta de la composición y los dificilísimos posicionamientos de la luz con aura barroca, las nuevas piezas de Montoto parecen escapar tan sólo del mundo grácil de Narcisos frente al espejo, para emprender una escritura visual que continúa hallando en la elipsis, en lo sinuoso del tono y en la epifanía estridente del tropo, el modo de hacer coincidir el silencio taciturno de la belleza con la pertinencia avispada y hacendosa de los conceptos.

La naturaleza misma de la pintura

En su mayoría, las obras expuestas no disimulan su intención de articular discursos sugestivos sobre aspectos de la cultura y el sentido ilusorio de toda representación, algo que se refuerza de un modo estratégico en la escogencia de títulos que actúan como índices alusivos y vectores de estimulación del pensamiento, más allá de la simple denominación lingüística.

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