AFP/ Biarritz. La cubana Ena Lucía Portela, galardonada con el premio Dos Océanos-Grinzane Cavour 2003, rehúsa ser encasillada en una corriente o una generación, y no reconoce ni paternidades ni influencias literarias.

El premio, entregado en el marco de La Cita de Biarritz (suroeste de Francia), Festival de Cines y Culturas de América Latina, está destinado a distinguir una obra latinoamericana traducida al francés. Portela lo obtuvo por la traducción de su novela Cien botellas en la pared (Cent bouteilles sur un mur, publicada por la editorial francesa Seuil y traducida por François Maspero).

Nacida en La Habana en 1972, licenciada en Letras con una tesis sobre Aristófanes, Ena Lucia Portela es autora de tres novelas El pájaro: pincel y tinta china, La Sombra del caminante y Cien botellas en la pared. Ha escrito también cuentos, uno de los cuales, El viejo, el asesino y yo, ganó el premio Rulfo de Radio Francia Internacional en 1999.

De una vitalidad que no logra contener la enfermedad de Parkinson que la aqueja, sonriente y poniendo una pizca de humor hasta en sus declaraciones más serias, Ena Lucía Portela habla con tanto entusiasmo de sus lecturas como de sus escritos, pero rehúsa sistemáticamente las comparaciones.

De padre traductor y madre correctora, Portela se crió en una casa en la que los libros tenían un lugar importante, y su imaginación infantil fue alimentada por las obras de Emilio Salgari y Julio Verne.

Fueron esas lecturas las que le dieron ya de pequeña las ganas de ser escritora. "Los libros me gustaban y eso quería hacer yo: libros... para gustar", dice en entrevista con la AFP.

"Empecé a escribir libritos como jugando. No bien aprendí a escribir en la escuela ya pensaba en eso. Claro que la escritura de verdad llegó muchos años después. Pero el deseo siempre estuvo", cuenta.

No reconoce influencias de ninguno de los grandes escritores latinoamericanos, y no tiene reparos en afirmar que Lezama Lima "no le gusta".

Entre los compatriotas cuyos libros aprecia figuran Carlos Montenegro, Reinaldo Arenas, Guillermo Rosales —"autor de un sólo libro pero que vale por muchos", dice— y Pedro Juan Gutiérrez.

"De todos modos hay muchos escritores que no he leído porque no tengo sus libros". "En realidad para leer dependo mucho del azar, de lo que me cae en las manos", agrega.

Y, respecto a su generación de jóvenes escritores cubanos, responde tajante: "Yo no creo que haya una generación, somos muy diversos, no tenemos ni siquiera una revista que nos una, no hay un solo manifiesto común, cada cual va por su lado". "Hay mucho individualismo, lo que a mí me parece muy saludable después de tanto colectivismo", afirma.

Ena Lucía Portela recalca que escribe igual que lee, por placer. "Para mí, el medidor de que una cosa que estoy escribiendo es más o menos buena —lo que es muy difícil de saber para un escritor— es si yo lo estoy disfrutando. Si me cuesta trabajo, si lo sufro, empiezo a dudar. A lo mejor es una superstición mía, pero yo creo que el estado de ánimo del escritor se proyecta en el libro y en el lector. Pienso que un libro que yo disfruto va a hacer disfrutar también al lector", explica.

"A mi me gusta hacer reír y unir cosas que en la realidad no están juntas y que cuando en literatura se las pone una al lado de la otra producen un efecto cómico. Me encanta reírme y hacer reír, incluso de las cosas trágicas. No hay que perder nunca el humor, porque en mi vida, como en la vida de mucha gente, si pierdes el humor te suicidas. Así que es mejor reír", dice.