www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 1/3
 
El Conjunto Casino
Las voces de Roberto Espí, Nelo Sosa y Roberto Faz confirieron a la agrupación una impronta algo más 'suave'.
por JOAQUíN ORDOQUI GARCíA, Madrid
 

Escribir acerca del Conjunto Casino presenta una dificultad. Durante los años de su existencia vivió tantos cambios de formatos, instrumentistas, cantantes, estilos y repertorios, que resulta imposible resumir todo ese proceso
Conjunto Casino
y hacerlo inteligible en dos breves páginas. No obstante ese inconveniente, intentaré explicar, en líneas generales, tan confuso devenir.

Hoy se sabe que el conjunto es la última de las evoluciones estándares de las agrupaciones de son habanero que iniciaron su recorrido a principios del siglo XX y que, gracias al paulatino perfeccionamiento de los antiguos músicos, a la incorporación de nuevos formados en conservatorios y a la aceptación generalizada del género (que dejó de pertenecer en exclusiva a las clases populares urbanas y se adueñó del gusto de la mayoría de los cubanos), ha devenido en un complejo sonoro que se adapta a cualquier formato.

A pesar de que la trayectoria que va desde los sextetos hasta los conjuntos es bastante perceptible y de su innegable relación con el son, lo cierto es que estas agrupaciones no sólo interpretaban sones. Ya los primeros sextetos (Habanero, Boloña, Nacional, Munamar, etcétera) incorporaron otros géneros a sus repertorios, como la rumba, el bolero, la guajira y las composiciones de autores provenientes del teatro musical. No sólo no había un repertorio sonero lo suficientemente amplio para satisfacer la demanda, sino que, además, estas agrupaciones producían música para bailadores que requerían cambios de tempo que evitaran la monotonía y propiciaran momentos afectivos diferentes entre las parejas. Salvo excepciones, se trataba de bailes de parejas entrelazadas.

Todo ello provoca que ya desde los septetos se comience a producir una diferenciación estilística entre las diferentes agrupaciones, que con la aparición de los conjuntos se hace muy evidente. Si escuchamos los dos paradigmáticos, el de Arsenio y el Casino, los contrastes no pueden ser más claros. Ambos compartían la interpretación de son y bolero, pero mientras Arsenio estructuró un sonido agresivo, con fuerte presencia de la rumba, el Conjunto Casino se especializó en el bolero y, en ciertos momentos, en la guaracha. Es posible que, en gran medida, esta diferencia estuviera marcada por el componente racial de sus integrantes, ya que si el de Arsenio era un grupo de negros y mestizos, con la excepción de Lilí Martínez (pianista y arreglista), el Casino lo era de blancos, con la excepción de Patato Valdés (tumbador). Otra de las razones por las cuales el comportamiento de los conjuntos fue diferente al de sus antecesores fue que los años cuarenta y cincuenta no eran los veinte y los treinta. Si el son habanero primigenio es contemporáneo con la inauguración de la radio en Cuba (1922), ya en los años cuarenta las emisoras radiales eran un fenómeno completamente estandarizado en la realidad cubana, los salones de baile proliferaban, en cada bar había una vitrola, la televisión sería una presencia permanente durante los cincuenta, y el acceso a discos y tocadiscos se democratizaría. Además, si sextetos y septetos dependían de las disqueras norteamericanas, ya los conjuntos se encontraron con compañías cubanas cuya relación con la música y los gustos del público era más dinámica. Tecnología y mercados crearon un panorama musical sumamente complejo que encontró su momento de mayor esplendor y variedad durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta, años de definición de nuevos géneros bailables, como el mambo, el cha cha chá y la pachanga, que la mayoría de las agrupaciones tenía que incorporar si quería mantenerse en el gusto de los danzarines.

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