www.cubaencuentro.com Lunes, 30 de junio de 2003

 
   
 
El eterno principiante
Los Yankees extienden contrato de Triple A al lanzador Rolando Arrojo, cuya trayectoria bien vale una novela.
por JORGE EBRO, Miami
 

La carrera de Rolando Arrojo en las Grandes Ligas parecía haber llegado a su final, pero los Yankees de Nueva York han decidido que todavía pueden sacar provecho de la experiencia del cubano, quien después de recorrer un largo trecho con varios equipos pudiera terminar sus días de jugador activo con los Mulos de Manhattan.

Rolando Arrojo

Luego de ser liberado por los Medias Rojas de Boston en la temporada anterior, Arrojo había sido firmado como agente libre por los Piratas de Pittsburg. Con ellos participó en los entrenamientos de primavera para luego ser dejado fuera del equipo.

Para un veterano cuya edad está cercana a los cuarenta, esto habría significado más o menos el tiro de gracia de su carrera. Sin embargo, Arrojo no se dio por vencido y se unió a los restos de los Yankees que siguen practicando en una suerte de entrenamiento de primavera extendida, una vez comenzada la temporada.

Al parecer, en medio de un compacto grupo de jóvenes, Arrojo logró impresionar lo suficiente a los Yankees como para que le extendieran un contrato de Liga Menor y esta semana va camino a Columbus, Ohio, donde los Bombarderos tienen su sucursal de Triple A.

Algunos expertos consideran que con esta movida los Yankees matan dos pájaros de un tiro. Primero, la dan una última oportunidad de probar fuerzas a Arrojo y ver cuánta gasolina le queda en el tanque. Segundo, lo unen a José Ariel Contreras, con lo cual el pinareño tendría a alguien bien cercano en lo deportivo y lo espiritual.

Uno de los principales problemas de Contreras es la falta de un entorno familiar y Arrojo, un hombre que ha probado lo bueno y lo malo, lo humano y lo divino de las Grandes Ligas, pudiera ser el compañero de viaje ideal que contribuya a redondear su retorno al equipo principal.

Según los Yankees, el trabajo de Contreras en las Menores ha sido notable. Alejado de las presiones de la Gran Manzana, ha realizado una faena magnífica al mostrarse sumamente dominante en las dos salidas que ha tenido en Columbus.

El equipo, sin embargo, no quiere volver a caer en la trampa de un apuro a destiempo y planea dejar al cubano tal vez uno o dos meses más, para que cuando suba sea para quedarse durante largo tiempo. Aquí es donde entra a jugar Arrojo.

El villareño está consciente de eso, pero también hará lo imposible para vestir el uniforme de rayas azules por sus propios méritos. Bajo ningún concepto se le puede descartar. No después de una carrera que ha estado marcada bajo el signo constante del esfuerzo.

El derecho, que en su año de novato en 1998 con los Devil Rays de Tampa Bay terminó con foja de 14-12, acumula de por vida en las Mayores balance de 40-42 y una aceptable efectividad de 4.55. Después de los hermanos Orlando y Liván Hernández, es el lanzador cubano de mejores resultados en los últimos años.

En Cuba todavía se recuerda a aquel Arrojo hermético, intransitable, casi un niño, que ganó un campeonato nacional con los extintos Citricultores de Matanzas y que posteriormente sentaría cátedra con los anaranjados de Villa Clara. Y, por supuesto, con el flamante equipo nacional que conquistó varias Copas Mundiales y la Olimpiada de Barcelona 92.

De Arrojo se ha escrito poco, pero su trayectoria bien vale una novela. Es de esos que se niegan a rendirse. Quién sabe si en estos días es capaz de abrirle los ojos a los Yankees y en vez de un cubano son dos los que forman parte del cuerpo de pitcheo del equipo más emblemático en la historia del béisbol.

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