www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/2
 
Nadando entre salmones
Una nueva especie en la afición deportiva cubana. ¿Está en crisis el 'mil veces invicto' orgullo patrio?
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Desde mucho antes, y también con mayor efectividad que la presunta condición de potencia médica o que el mito de una sociedad con cultura general integral, el deporte devino gran caballo de batalla para la retórica patriotera y para avivar nuestros humos de pueblo guapo, listo, saludable, tenaz, vencedor. Tal es su prioridad como vehículo de propaganda y manipulación, que jamás, ni siquiera en las peores circunstancias, ha dejado de ser el saco roto de nuestra economía, en crisis permanente desde que El Morro era de palo. No hay derroche que se escatime ni exageración que se atempere, bien sea en la adopción de nuevas tecnologías, la compra de equipos, las gigantescas delegaciones para giras internacionales, el diseño de nuevas instalaciones o la proliferación de escuelas preparatorias a todos los niveles, donde corren en caudal los alimentos y se aplican planes para el desarrollo físico que no conocen ni en pintura los millones de niños que viven en la parte de afuera de la cerca.

Más que cacareado es el sistema de selección —masiva, meticulosa— que se practica en la Isla para desarrollar deportistas desde sus primeros años de edad. Los elegidos reciben una preparación de lujo y un tratamiento académico diferenciado, lo cual, unido a otras ventajas ya enunciadas, ha hecho de la práctica deportiva una vocación especialmente cara para cierto sector de la población: el más pobre, el más humilde, pero poseedor de un potencial inagotable, tanto por sus índices de crecimiento demográfico como por sus condiciones físicas innatas.

Convertirse en deportistas de alto rendimiento constituye para ellos un sueño, una meta alcanzable, una alternativa de éxito en la vida, tal vez la única. Y quienes lo consiguen, pasan a ser miembros de una clase que en mucho recuerda la de los gladiadores en tiempos de Roma. Disfrutan privilegios que, aun cuando estén por debajo de lo que merecen, los elevan a tuertos reyes entre ciegos. A cambio, sólo tendrán que ser capaces de conquistar sus medallas, a cualquier costo. Y sobre todo, tendrán que ser fieles, absolutamente, entregando el cuerpo, el corazón, la acción y el pensamiento.

Los que siguieron de cerca el último partido de voleibol femenino entre dominicanas y cubanas, sin duda uno de los más sobresalientes en los XIV Juegos Panamericanos, son testigos del precio que a veces tienen que pagar los miembros de esta clase, digamos superior. Las famosas Morenas del Caribe, verdaderas estrellas a nivel mundial, le entraron mal al juego, desorganizadas y erráticas. Razón para que su entrenador principal, enfurecido, visiblemente nervioso ante la posibilidad de una derrota, les lanzara groserías e insultos a voz en cuello, sin reparar siquiera en el hecho de que cámaras y micrófonos reproducían en los televisores de decenas de países cada una de sus palabrotas y sus patéticos desafueros.

El suceso terminó dejando un sabor amargo entre muchos aficionados de por acá. Sin embargo, fue motivo de particular diversión para nuestros nuevos fanáticos del equipo contrario, a los que vi bailar en un solo pie cuando aquel torpe entrenador injuriaba a las muchachas, pues obviamente con sus ofensas sólo iba a conseguir aumentar las tensiones y los fallos. Y así fue. De modo que con la victoria de República Dominicana, estos kamikazes de la apuesta lograron forrarse en billetes contra todo pronóstico. Lo cual debió ser más de lo que esperaban, ya que para ellos ver ganar al bando opuesto no parece resultar tan importante como ver perder al propio.

Son los salmones de la afición deportiva en Cuba. Y algo querrán decirnos con esta rara tendencia. Sólo que para interpretar su código estamos obligados, aunque sea por primera vez en la vida, a comprender antes de juzgar.

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