www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/2
 
El niño que no pudo ser dragón
Omar 'El Niño' Linares se debate en una trágica decadencia deportiva que lo impele hacia el ostracismo público del régimen cubano.
por ROGERIO MANZANO, Miami
 

Sin embargo, no se trata de otro, sino de Omar Linares, a quien un día la propagada fidelista calificó como el mejor jugador de la tercera base que pisó un diamante en Cuba y le otorgó el título honorífico del mejor beisbolista amateur del mundo.

No obstante, Omar Linares no fue ni tan bueno como se decía ayer, ni tan malo como luce hoy. En el paredón de las comparaciones hay muchos argumentos que disparar.

En 1985 acababa prácticamente de iniciarse la carrera del vueltabajero en Cuba y aparecían los primeros elogios a su figura y capacidad. No muy lejos, hacia el norte del archipiélago, un señor llamado Mike Schmidt, de 35 años, la misma edad que tiene Linares hoy, vestía la franela de los Phillies de Philadelphia y terminaba la temporada con 158 juegos jugados, 549 veces al bate, 33 jonrones, 93 remolcadas y 277 de average. Al año siguiente, con 36, pegaba 37 bambinazos y empujaba 119 para la Registradora. Schmidt fue electo al Salón de la Fama de EE UU en 1995. Compiló de por vida 548 jonrones y 1.595 carreras producidas, además estuvo en 12 Juegos de las Estrellas y fue premiado con 10 Guantes de Oro. Está considerado uno de los más grandes terceras bases de la historia del béisbol.

Las hazañas de Linares alcanzaban una curvatura elevada hacia finales de los ochenta y principios de los noventa. La Serie Selectiva de 1992 resultó inolvidable para él. Por primera vez conquistó la Triple Corona de los bateadores en un campeonato de Cuba. Doce meses después, en la otra latitud, Wade Boggs, un extraordinario defensor de la esquina caliente, cumplía sus 35 al servicio de los Yankees de Nueva York. En esa contienda Boggs anduvo por los 143 partidos jugados, consumió 560 turnos al plato, pegó 190 imparables y terminó con un promedio de 302. Boggs fue 12 veces al Juego de las Estrellas, conquistó cinco títulos de bateo en la Liga Americana, cuatro de ellos consecutivos, y finalizó su carrera con más de 3.000 hits.

Pese a todo esto, hay un detalle que no se encuentra reflejado por estadística alguna, y que carga un significado especial en la carrera beisbolística de Omar. Cuando él llegó al tope de su evolución como jugador necesitaba ejercitar sus habilidades en una lid donde el nivel de la competencia estuviera de acuerdo con su volumen de talento. Precisaba otras opciones que, naturalmente, nunca tuvo.

Entonces quedó atrapado en un subnivel vegetativo que oscilaba entre los conjuntos de Pinar del Río, en los campeonatos nacionales, y el seleccionado Cuba, en los torneos internacionales amateurs. El arrullo de la mediocridad lo adormeció lentamente, se acostumbró al sabor de la apología y más que todo, sabía que su nombre le garantizaba un puesto titular en la escuadra nacional. Su imagen era la figura del éxito en cualquier crónica periodística y sus logros, motivos de orgullo popular en las peñas deportivas.

Sin darse cuenta, una grieta de acomodamiento quebraba de modo lento y silencioso su profesión de pelotero. Por otro lado, el gobierno cubano no desaprovechó la oportunidad y luego de condecorarlo como a un soldado y regalarle una silla en el Parlamento, lo transformó en un eficiente instrumento del sistema político, lo exhibió y utilizó en su beneficio para mostrarle a la juventud cubana y al mundo, la aparente nobleza y bondad de la revolución de Fidel Castro y su estructura deportiva.

Quizás Omar Linares permanezca activo un par de temporadas más, pero el día que entre en la madurez de su edad, cuando la vida y los años le hayan mostrado los límites humanos, puede que se cuestione si fue lo que quiso ser, lo que le dejaron, o lo que otros quisieron que fuera. Acaso se interrogue si fue un héroe real o un personaje construido por el aparato ideológico de su gobierno. Posiblemente se pregunte qué habría sucedido si hubiera tenido opciones.

¿La verdad...? En el tiempo Linares, en el tiempo que no volverá.

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