Con el último out de la Serie Mundial comenzó la danza invisible de los agentes libres. Los jugadores que vencieron su contrato o que llegaron a seis años de servicio en las Grandes Ligas sin uno asegurado, se lanzan al mercado en busca de continuidad para su carrera y, sobre todo, de millones.

Palmeiro: Futuro incierto.

La agencia libre, una de las conquistas de los jugadores —arrancada a los propietarios de equipos en la pasada década—, también es responsable de los astronómicos salarios que pusieron al béisbol al borde de una huelga laboral a mediados de la pasada temporada.

Los dueños quisieran verla morir, pero por ahora —y para siempre— es una presencia insoslayable. Antes, lo común era ver a un pelotero firmar y retirarse con el mismo equipo. Hoy, los cambios son incesantes y no es difícil ver a un mismo jugador con distintos uniformes en una sola campaña.

La agencia libre también tiene un signo de locura. Los equipos con más posibilidades financieras se despedazan entre sí por atraer a los jugadores más cotizados y la batalla de los cheques en blanco y las promesas se pone al rojo vivo.

Todavía resuena el estruendo de la lucha protagonizada por los Medias Rojas de Boston y los Yankees de Nueva York en torno a José Ariel Contreras. Ambos equipos mandaron a sus delegados a Nicaragua, quienes se hospedaron en el mismo hotel del cubano, montándole un cerco que no pudo ser roto por ninguna de las restantes franquicias.

Boston ofreció 27 millones de dólares. Nueva York subió la parada a 32, y ahí terminó todo. Las acusaciones de piratería entre uno y otro equipo se prolongaron hasta el final de la temporada.

Si Maels Rodríguez soluciona sus problemas legales a tiempo y se lanza a la agencia libre, es muy probable que se asista a otra disputa millonaria. A Rodríguez se le conoce aquí como "El Supersónico", y ya tiene que haber despertado interés en varias organizaciones.

Para esta ocasión, los expertos vaticinan una bolsa de agentes libres repleta hasta los bordes, que hará que la danza de millones se baile a un ritmo de vals, y no de pasodoble. En otras palabras: no todos recibirán el premio gordo por sus servicios.

Hay demasiados nombres grandes y son muy pocos los equipos en condiciones de gastar dinero a raudales. Un botón de muestra: Vladimir Guerrero, Gary Sheffield, Greg Maddux, Javy López y 195 jugadores más que podrán permanecer en sus respectivos equipos o irse en busca de otros horizontes.

Los campeones de la Serie Mundial, los Marlins de la Florida, tendrán que hacer juegos malabares si es que desean conservar a dos agentes libres de la talla de Iván Rodríguez y Luis Castillo. El primero es representado por Scott Boras, un hombre que es conocido por pedir hasta el último centavo posible, y el segundo está en la mira de los Yankees —que es lo mismo que decir que está casi perdido—, quienes desean pasar a Alfonso Soriano a los jardines.

Una de las mayores incógnitas será Rafael Palmeiro. Cuando se acerca a sus 40 años, el cubano sigue siendo uno de los bateadores más productivos del momento, pero lo más probable es que los Rangers de Texas no le extiendan un contrato. El equipo trata de reestructurar una novena más joven y el primera base no encaja en esos planes.

Más allá del dinero que pueda ganar, a Palmeiro no le conviene salir de la Liga Americana, donde puede brillar como bateador designado. En la Nacional tendría que compartir tiempo de juego en la inicial y su ataque podría verse reducido.

La fiebre de la libre agencia durará hasta el 19 de diciembre. Para ese entonces, se sabrá a dónde fue cada cual y cuánto ganará cada quien.