www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de febrero de 2003

 
  Parte 1/2
 
Madrid: La Negra Tomasa
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

Desde hace aproximadamente cuatro años el local de ambiente cubano La Negra Tomasa —enclavado como está en el mismo corazón de la capital española— es sitio de referencia para los que por una razón u otra disfrutan o se identifican con la cultura nacional. Rebasada la media noche, y cuando la degustación de daiquirís y mojitos comienza a desperezar los cuerpos, celtíberos y celtíberas empiezan a moverse arrítmicamente al compás de un rico tumbao ejecutado por músicos cubanos de la diáspora. Los hay de todas partes de la Isla, desde los barrios más calientes de La Habana, como San Leopoldo, pasando por el Cerro y Luyanó, hasta localidades como Camajuaní y ciudades tan representativas de la cultura sonera y de la rumba y el guaguancó como Matanzas y Santiago de Cuba.

Viene a la mente, salvando las distancias y consabidas diferencias, el boom que disfrutó la música criolla en el París de finales de los años 20 y principios de los 30. Los estudiosos señalan al Melody's Bar y el Cabaña Bambú, en el distrito de Montmartre, como dos de los primeros locales que contribuyeron a la popularización de la rumba en el extranjero. Se dice que Moisés Simons, el autor de El Manisero, frecuentaba el Melody's interpretando al piano algunas de sus más famosas composiciones. De acuerdo con Carpentier, por un corto período de tiempo, a principios de la década del 30, el distrito de Montmartre estuvo dominado en su totalidad por espectáculos de música y danza cubanas.

Por supuesto que los españoles no pueden considerarse legos en el conocimiento de nuestra música; desde que Antonio Machín decidiera establecerse aquí, el son, los boleros y las guarachas prendieron en el gusto popular. Sin embargo, la más reciente explosión salsera en España data de finales de los 80 y principios de los 90, con cultores como Lalo Rodríguez —Devórame otra vez— y Juan Luis Guerra —Me sube la bilirrubina. Aprovechando este tirón, que aún dura y que sin duda ha sido estimulado por el rotundo éxito comercial del Buenavista Social Club, las pequeñas formaciones que amenizan La Negra Tomasa consiguen que el público que abarrota el local disfrute a plenitud. Da igual que sea escuchando o bailando, aunque por la estrechez del sitio los estilistas del "casino" apenas pueden mostrar sus habilidades: aquello se asemeja más al camarote de los hermanos Marx que a un salón de baile convencional.

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