www.cubaencuentro.com Viernes, 04 de abril de 2003

 
   
 
La Habana: Ciudad inconclusa
por RICARDO MARTíNEZ
 

En 1940, en una crónica aparecida en el periódico Tiempo, Alejo Carpentier comparaba a los constructores de la capital cubana con "fabulosos coleccionistas... hombres que temen ver terminado su placer al lograr una obra perfecta". No se
La Habana
La Habana. Vista parcial de una ciudad que se derrumba.
equivocó: La Habana sigue siendo "la ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de lo asimétrico, de lo abandonado".

Quienes la habitan saben que puede haber agregados... es el emporio de la chapucería, de la indolencia y el pillaje. Y también que resulta una falacia achacarle su fragmentación y deterioro a penurias económicas, porque se sabe de pasados y actuales derroches.

Las calzadas de Reina, Galiano, San Lázaro, Belascoain y el malecón, "comparable únicamente con los de Niza y Río de Janeiro" —siempre según Carpentier—, son el preludio de la catástrofe, un aperitivo para quien quiera cebarse en la sordidez de las calzadas de Monte, El Cerro, 10 de Octubre y Luyanó. Baches seculares que hacen casi imposible el tráfico. Aceras hundidas, alcantarillas tupidas. Fachadas ennegrecidas y profanadas. Columnas y capiteles rajados, pretiles decapitados. Rejas y balaustradas oxidadas y amputadas.

Las aceras serpentinadas de San Rafael se perdieron definitivamente cuando el tramo de Prado a Galiano acabó en bulevar donde ahora se expenden mercancías en quioscos metálicos, mientras tiendas como J'Valles o Fin de Siglo duermen el sueño eterno del inmovilismo. La fetidez de las aguas albañales destiladas por los clausurados cines Rex y Duplex, aroman el olfato de los transeúntes.

El Capitolio exhibe una pátina más digna del romano por su antigüedad. A pesar de ser sede de la Academia de Ciencias, sus jardines parecen terrenos en barbecho. La escasa iluminación nocturna lo asemeja a una vetusta mole.

Las únicas fuentes que surten regularmente son las de la Plaza de Armas y la de San Francisco. La de la India —otrora símbolo habanero—, la del Parque Central y la tan cacareada de la Juventud, junto al Hotel Riviera, acopian agua de lluvia. El colmo es la del parque Albear, situado en una de las esquinas más céntricas de la ciudad —Obispo y Monserrate—, zona visitada diariamente por los turistas que acceden al Floridita y paso obligado de quien se adentra en La Habana Vieja. Los restos del insigne hombre del acueducto no descansan en paz, con las pocetas que rodean su monumento secas, a manera de vertedero público.

El testigo de la reconstrucción de La Habana Vieja observará que, en una cuadra al parecer remozada, se rehace constantemente lo ejecutado o se comienza lo postergado. Cuando una obra aparenta terminación, surgen una y otra vez detalles que faltaron o no se previeron. Donde se adoquinó hay que volver a romper. Buena parte de los materiales se pierde por el mal almacenamiento, y va a parar al alcantarillado.

Las urbes son el cerebro de un país. Si no tienen buena salud, el resto andará mal. ¿Será el sino cubano la tesis urbanística de Marco Polo? ("Las ciudades, como los sueños, son construidas por deseos y miedos, el hilo de su discurso es secreto, sus reglas absurdas, las perspectivas engañosas y cada trazo esconde otro diferente"). Es para creer que sí y temer, otra vez con Carpentier, que La Habana permanezca "inconclusa por mucho tiempo".

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