La Perestroika de Mijail S. Gorbachov y aquella sentencia de Fidel Castro, "!Ahora sí vamos a construir el socialismo!", alteraron la paciencia histórica de los cubanos. El capitalismo renacía a fines de los ochenta, con ansias de ser considerado la "sociedad natural", el punto de llegada de la historia humana (su fin) en comunidades moldeadas con proyectos políticos de sólidos capítulos antimodernos.
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La Habana Vieja, trabajador de una empresa de comunicaciones. |
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En los discursos y charlas de los dirigentes cubanos de los años sesenta se pueden detectar índices anticapitalistas inequívocos. El Che Guevara, por ejemplo, quería una sociedad unida por lazos de moralidad política, odiaba el dinero y el confort (por lo menos retóricamente) y, al contrario de lo que algunos afirman, sentía una profunda simpatía por el modelo bolchevique. Más de una vez llamó a la URSS "esperanza de la humanidad".
El "rescate" del socialismo por Gorbachov y Castro contenía un capítulo insólito: el estímulo de resortes capitalistas para el alcance de la utopía. El segundo se mostró contrariado públicamente por esa alternativa de capitalización del socialismo, pero igual lo practicó, involucrando a la misma diáspora cubana que le había evitado largándose a cualquier lugar del mundo.
Pero esa reinstalación del capitalismo en la Isla no sólo se basa en la asimilación de las formas al uso. Contiene, además, un capítulo muy interesante que no se suele atender con suficiencia. Se trata de la reinvención del capitalismo en medio de esa suerte de medievalidad anómala que nos trajo el camino al comunismo. Resulta que la Cuba de fines de los ochenta dio la posibilidad de asistir, de forma un poco accidentada, a los procesos de acumulación originaria de la modernidad; los mismos que estudia Carlos Marx en un afamado capítulo del tomo primero de El capital.
El capitalismo cubano "endógeno" puede percibirse al menos en tres fenómenos:
— En los mismos "inventos" de supervivencia del cubano, que le llevaron a concebir un pensamiento investigativo de frente a las necesidades de un mercado creciente. Por ejemplo, inventos de antenas parabólicas con recursos desconcertantes (cercas y jaulas de pollos, multiplicadores de radios antiquísimos…), sustitutos del combustible para autos, plantas de generación de energía, raros alimentos para la cría de cerdos, etcétera. Habría que considerar, más allá de José Antonio Saco, si estos ademanes no cambian el sentido de la vagancia y el juego, convirtiéndoles, de hecho, en fuentes de una modernidad teratológica. |