www.cubaencuentro.com Jueves, 10 de julio de 2003

 
  Parte 1/3
 
Caracas: Espérame en la eternidad
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE
 

Los cubanos estamos acostumbrados a esperar. En especial los que nacimos después de 1959. En silencio esperamos que llegue todo: la guagua, los mandados del mes, la electricidad, la película del sábado… y la oportunidad de escapar de la Isla. También esperamos que Fidel Castro muera algún día.

Fidel Castro

Pareciera que estamos destinados a resignarnos a nuestra suerte, por lo menos durante los últimos 40 años. No pocos han pagado con la vida los intentos de rebelarse contra ese sino fatal. Después de los dolorosos acontecimientos de las últimas semanas, pudiera pensarse que a la maldición le queda poco, pues si no el hechicero no mostraría tanto desasosiego.

En las actuales circunstancias algunos son partidarios de dejar que el tiempo —el peor enemigo de Fidel Castro— haga su trabajo. Otros creen que ya han esperado demasiado y apuestan por el incremento de la presión internacional, no sólo la proveniente de Estados Unidos. Y no faltan los que imaginan que la liberación les lloverá del cielo con misiles arrojando Pepsi Cola y Mc Donald's.

A los que nunca han vivido en una dictadura les cuesta entender la obsesión de los cubanos con la salud de Fidel Castro. Quizás no sepan que los tiranos salen del poder con los pies por delante. Por eso toman todas las previsiones para que nadie le juegue sucio a la naturaleza. En el presente, muchos cubanos están jugando con el tiempo. Es una apuesta que favorece a los más jóvenes. "Se ve muy mal" es comentario frecuente entre los que han visto sus últimos discursos. Como nadie sabe qué padecimiento lo aqueja, se usa como referencia el color de la cara, la voz gangosa, las distracciones y el temblor de las manos.

El 23 de junio de 2001Castro probó que era tan mortal como cualquiera de sus coterráneos. Con un leve desmayo —en medio de un discurso en la localidad habanera del Cotorro— se derrumbó la inmortalidad del Comandante. Fue insólito verlo aferrarse a la tribuna como un humano más, para no caer desvanecido. Luego del desfallecimiento, aseguró que se sentía bien y estaba "entero". Horas después, en una aparición televisiva, bromeó con el desmayo calificándolo de ensayo: "Cualquiera diría que me hice el muerto para ver el entierro que me hacían".

No le faltaba razón al viejo Comandante. En la mente de todos —los que celebraron y los que lloraron— estaba la vieja pregunta: ¿Qué va a pasar en Cuba cuando Fidel Castro muera? Una interrogante que tantas veces ha desvelado a los cubanos de la Isla, o del exilio.

Desde los inicios de la revolución quedó claro que el menor de los Castro sería el heredero del trono comunista. A pesar de que el Comandante ha dicho que Raúl "tiene la capacidad para sucederme", mucha gente, dentro y fuera de Cuba, cuestiona la viabilidad del castrismo sin el mayor de los Castro. Como ha pasado con otros modelos autoritarios, cuando el dictador muere el régimen agoniza.

Como el Comandante debería saber que un régimen tan personalista no sobreviviría a su muerte, algunos analistas conjeturaban que el relevo iría acompañado de una transición que oxigenara la política y la economía cubanas. Después de lo sucedido las últimas semanas, la hipótesis de la transición ha perdido fuerza. Todo parece indicar que Raúl Castro recibiría un país oprimido y arruinado hasta el límite.

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