www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de agosto de 2003

 
   
 
Madrid: Maricones y mariconzones
Castro, la derecha y los gays. Detrás de la broma sigue escondiéndose el insulto.
por LUIS ANTONIO DE VILLENA
 

Creo que fue el día en que se hablaba, en el Congreso de los Diputados, sobre el Estado de la Nación. No recuerdo por qué (y la verdad es que aquí, el motivo es lo de menos) un señor diputado del Partido Popular (PP) —ese partido cada vez más católico y conservador— llamó "maricón" al diputado de Izquierda Unida (IU), Gaspar Llamazares. Éste —que no es homosexual, pero tiene sentido de la dignidad del hombre— replicó que para él
La izquierda
Gazpar Llamazares (centro); desfile del Orgullo Gay en Madrid.
ese término no era ningún insulto, e hizo muy bien el señor Llamazares solidarizándose, asumiéndose amigo y parte de los maricones. Pero no conviene olvidar la Historia (que todavía sigue siendo presente en muchos sitios) y la Historia nos dice que aunque la voz "maricón" se haya trivializado, y hasta —a ratos y en plan machista— tenga un sentido lúdico y aún afectuoso, en su origen (y no ha muerto ese origen, está menos herido de lo que creemos) "maricón" era un insulto. Un tremendo insulto bajo cuya férula muchos niños y adolescentes fueron perseguidos y humillados por sus compañeros. Muchos hombres, también, en sus trabajos o en su oficio. Aunque los propios gays hayan reivindicado el término "maricón" (marica, la cultura "queer") para arroparlo en su seno y así hacer del dicterio bendición, no lo olvidemos —queridos amigos y querido señor Llamazares— "maricón" fue un insulto discriminatorio y terrible y, al parecer, para algunos diputados de esta visceral y antigua "derecha española" (el adjetivo es más que necesario para entender a nuestra derecha) lo sigue siendo.

Días antes, unos entrevistadores de una radio cubana de Miami (naturalmente con toda mala idea, para desacreditar más al viejo dictador) lograron hacerse pasar por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, para luego reírse del añoso y desgarbado Fidel... Mal anda la seguridad de Castro, cuando pudo pasar algo así. Pero independientemente de la burla y de la situación cubana (no precisamente privilegiada para los homosexuales) al irritado, por lógica irritado Fidel Castro, al darse cuenta de la burla, se le escapó un cubanismo, una variante aumentativa de "maricón", popular entre el chusmerío cubano, y que se hace muy caribe al pronunciarlo (como debe ser) con "ese": "¡Mariconzones!" —les gritó Fidel a los bromistas, lleno de ira— "¡son ustedes unos mariconzones!". En muchos lugares de América se usan voces populares —americanismos jergales— como "marico" o "mecapal" o "manflorita", pero ninguna tiene el salero reivindicador (quiero decir, ninguna parece tan reivindicable, para quitarle acero y convertirla en juego y en risa sana) como "mariconzón", con acento cubano, "mariconsón", naturalmente. Veo ya que los amigos le gritan al compañero que llega tarde a una cita: "¡Mariconsón, que estás hecho un mariconsón! ¿Qué te ha pasado?".

Es bueno —muy bueno—, que a todas estas palabras (usándolas lúdicamente, asumiendo también su antiguo u hodierno sentido excluidor y cruel) les quitemos su filo y su navaja, la espoleta con que estallaban, para hacerlas nuestras e inocuas. Y "mariconzón" —el cubanismo que ha destapado Fidel— se presta a las mil maravillas. Pero insisto, el diputado del PP y el señor Fidel Castro (en esto iguales) saben que esa palabra es y fue un insulto. Debajo —detrás— de esas palabras ("maricón", "mariconzón") hay años de sufrimientos y miles de vidas injustamente castigadas o truncadas. Y, aunque hagamos risas, el insulto —de verdad— no debemos olvidarlo. Que no todo el monte es orégano, se decía...

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