www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/2
 
La Habana: Adorables engendros
¿Las inventivas del cubano de a pie sobrepasan los límites de la cordura, o es que la gente del mundo real se vuelve cada día más impresionable?
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

Dijo el dicho que la necesidad hace parir hijos varones. Pero no dice que si está agravada por la desesperación, el agobio, la falta de sostén y de horizontes, tanto desde afuera hacia adentro como en sentido contrario, entonces la necesidad, en lugar de hijos, engendra remolinos, guayabitos en el coco, tempestades en el corazón.

Y ahí está la historia que no dejará mentir. Porque ya no resulta posible escribirla si no es tirando de los hilos que propulsan el carnaval de esos engendros.

Desde los ya viejos y proverbiales Guafarina, Azuquín o Alcolifán, que renacen cada invierno como flores de pascua, hasta las actuales fábricas clandestinas de cerveza enlatada, cuyo producto se comercializa por la zurda en los establecimientos de la red en divisas, sin que sea posible notar la diferencia con el original ni descifrar el misterio de su nacimiento. Desde los toscos vasos que eran botellas cortadas por la mitad con un hilo caliente, hasta los autos americanos con más de medio siglo que ahora cubren servicios de taxis, utilizando motores de camiones militares rusos, adaptados para aprovechar su bajo consumo de petróleo.

Desde el radio de una sola estación que requería un diodo y un alambre como componentes únicos, hasta lo que constituye en estos días el último grito de la electrónica casera: el canal furtivo de televisión por cable. Gracias a este servicio, las personas de barrios populosos y pobres que no poseen equipo de vídeo, pueden al fin librarse de las mesas redondas y la imagen de ciertos rostros ceñudos que, según vox populi, se ven más a menudo que el patrón de prueba en los tres canales oficiales.

En síntesis, este canal furtivo se transmite mediante un cable idem que puede abarcar varias cuadras en redondo, y que le permite a un particular emitir desde su casa y desde su vídeo, hasta el televisor de cada uno de los usuarios, programaciones diarias, en horarios fijos, con películas, novelas, musicales o cualquier otro tipo de material para entretenimiento.

Son las adorables criaturas de nuestra inventiva, tal vez hijas bastardas, reacción o reflejo de los espectros surgidos del delirio oficial, cuyo catálogo resultaría imposible agotar aquí por extenso y no apto para cardíacos. Desde aquel matrimonio de la vaca lechera con el toro de ceba para procrear terneros que, según el decir de nuestro más inspirado humorista, en vez de carne y leche, terminaron dando lástima, hasta la sesuda lancha con casco de ferrocemento que impuso récords de cinco y hasta diez minutos de permanencia sobre la superficie de la bahía habanera. Desde esa pólvora para desayunos que responde al sugestivo mote de Cerelac, hasta el revolucionario diseño genético de deportistas con siete pies de estatura, músculos de Terminator y cabecitas de párvulos, ya que el milagro de las píldoras no da para tanto, por más que se las hagan consumir a toda hora y en todas sus variantes.

Quien asista por estos días a la fiesta de cumpleaños de uno de esos niños habaneros del montón, los del barrio, podrá observar que aquellas esferas volátiles que parecen globos no son sino preservativos pintados y fácilmente reconocibles por la perita de la punta.

Y todavía el mundo real se asombra al ver la foto de un camión Chevrolet que navega como si tal cosa entre las crestas del Caribe. Definitivamente, la gente de por ahí se torna cada día más impresionable.

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