www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/2
 
La Habana: Isla adentro
Minas sin cobre y con hambre. La cruda realidad de dos pueblos cubanos.
por ORIOL PUERTAS
 

Como es fácil imaginar, el desempleo es muy alto y la falta de perspectivas —la Casa de Cultura, verbigracia, lleva diez años cerrada, aunque el gobierno diga que es lo primero que debe salvarse— hace que muchos emigren. Pero para quienes prefieren quedarse, el drástico paso de una economía industrial a otra agrícola, en medio de tantas precariedades, hace de sus vidas un duro ejercicio para subsistir a toda costa.

El otro artículo aborda los pesares de un poblado de nombre tan intrincado como su ubicación natural: Carrabayaná. Está a sólo 45 kilómetros de Sancti Spíritus, aunque nadie sea capaz de hallarlo en un simple mapa, ni siquiera las casi 200 personas que allí mal viven.

Ellos no saben qué es un teléfono, sólo una parte de las viviendas conoce la luz eléctrica y tampoco tienen la suerte de ver llegar en tiempo los alimentos de la magra cuota normada que entrega el Estado. No tienen atención médica continua —una doctora viene a caballo "cada cierto tiempo", dicen—, ni transporte que pueda avanzar por caminos tan malos. No llegan periódicos ni cartas, ni hay servicios comunitarios elementales como barbería, y se las ven negras para recibir el pan diario y otros productos para niños, ancianos y embarazadas.

En medio de tales condiciones de subsistencia sólo parece latir una aislada escuelita muy bien equipada con vídeos, televisores y ¡computadoras!, y en la que se llevan adelante los nuevos programas y métodos de estudios, en estrecha relación con la cacareada "batalla de ideas" y su aparataje audiovisual. Lo curioso es que casi todos, abuelos y padres y no dudar que hasta los niños, se preguntarán —a la par que aprenden a escribir "Viva Fidel" en la pantalla— por qué sus problemas concretos, tantas carencias que son achacadas siempre al gobierno norteamericano y al bloqueo, no son jamás abordados en esas tribunas abiertas, marchas y mesas redondas que les obligan a presenciar como complemento de las teleclases.

Este triste panorama de la Cuba profunda refleja cómo viven hoy los cubanos. Lamentablemente no son excepciones. La crudeza de su situación se reitera demasiado a menudo y la falta de opciones que den salida a la crisis, agobia. Para colmo deben sumarse desde el pasado año las decenas de bateyes que pierden su razón de ser al ser demolidos los viejos centrales azucareros. ¿Qué hace el gobierno ante tanto desbarajuste?, ¿qué respuestas ofrece? Discurso tras discurso, el caudillo esquiva este debate, impone su monserga acusatoria contra factores externos y aleja toda posibilidad de discusión sobre el destino común de tantos pequeños pueblos de respiración estrangulada. Constantemente se refiere a una Cuba que al parecer sólo existe en su cabeza. Una Cuba epidérmica y fragmentada, de rostro cada vez menos humano.

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